Porgi, amor, qualche ristoro
al mio duolo, a' miei sospir.
O mi rendi il mio tesoro,
o mi lascia almen morir.
...
Si existe un aria, dentro del catálogo de las maravillas mozartianas, por la que siento una especial debilidad, es sin duda alguna la cavatina de la Condesa que ilumina el comienzo del segundo acto de Le Nozze di Figaro. Una perla en un ajuar bien surtido, aderezo precioso. Y una perla también por su colorido, sus claroscuros, sus irisaciones, genial mezcla de melancolía, nostalgia y evocación con una chispa de luz y esperanza superadora del abatimiento, a través del modo mayor. Mil y un reflejos que han emitido algunas de las mejores sopranos:
Kiri Te Kanawa
Renée Fleming
Dorothea Roeschmann
Gundula Janowitz
Cheryl Studer
Elisabeth Schwarzkopf
Kiri Te Kanawa
Renée Fleming
Dorothea Roeschmann
Gundula Janowitz
Cheryl Studer
Elisabeth Schwarzkopf
Lisa della Casa
Veronique Gens
2 comentarios:
Oye, todas (o casi) de infarto. Me tendré que buscar otra aria de Mozart ( no hay problema) para la colección iniciada en el blog de mis arias favoritas. Afortunadamente tiene tantas, pero había pensado en las próximas semanas incorporar el Porgi amor, como primera aportación mozartiana.
Una autentica gozada, aunque tantas y tan buenas tiene un poco el efecto del síndrome de Stendhal, ¿no crees?.
A la Janowitz en Paris la encuentro sublime. Creo que la madurez, no he dicho decrepitud, le sienta muy bien a esta escena.
Aunque menos ortodoxa, por colorido y abandonono la versión de Gundula me cala muy hondo. Elisabeth y Lisa también me ponen mucho, al igual que la increíble y relativamente reciente lectura de Veronique. Mucho menos me dicen Renée y Dorothea.
¿Alguien dijo Stendhal? hay algunas cosas a las que ya no podemos renunciar. Esta es una...
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