domingo, 26 de abril de 2015

La Fida Ninfa


Resulta cansino, y casi siempre inútil, ponerse a defender, otra vez, no solo las bondades sino también la necesidad de la Ópera Barroca. Soy de la opinión de que todo Teatro o Programación Lírica que se precie debiera incluir al menos un título en su Temporada regular.

Razones se podrían dar muchas y detalladas, pero debiera ser suficiente decir que el Barroco Musical es el período más fértil de la historia de la Música de Occidente; estamos hablando de siglos. La leyenda negra que la acompaña, esa pesada carga de ser aburrida, redundante, cargante, irreal, … (completen como quieran) bien podría ser extensivo a otros períodos musicales por cualquiera con cierto nivel de polemista docto. El vastísimo escaparate de sentimientos y emociones (affetti) que despliega una obra de este tipo, en su incesante goteo de arias diversas y recitativos dramáticos, debiera enamorar a cualquier aficionado simplemente iniciado. Claro que luego, hay compositores y compositores ¡no lo vamos a negar!

Y a la Temporada Lírica 2014-2015 de A Coruña llegó Antonio Vivaldi ¡y eso son palabras mayores! Una garantía de calidad musical. Entonces los aburridos se quedan en casa...

La Fida Ninfa (dramma per musica) fue compuesta en 1729, un Vivaldi maduro, para la inauguración del Teatro della Accademia Filarmonica de Verona; el evento fue patrocinado por el noble al mando, el marqués Scipione Maffei, quien además ¡escribió el libreto! Y, claro, si los libretos barrocos son barrocos, los de un noble aficionado, pues rizan el rizo, y despliegan sin control ninfas, pastores, piratas e incluso dioses antropomorfos. No, no se preocupen, no voy a entrar para nada en los mil y un enredos inverosímiles de la trama.

En este estreno en España, en versión de concierto, la partitura fue defendida por La Cetra Barockorchester de Basilea, que toma su nombre del opus 9 vivaldiano. Un conjunto historicista de primera línea que ofreció una sonoridad exquisita e íntimamente idóneo bajo la dirección de Andrea Marcon, otro vivaldiano de pro, que nos propuso un Vivaldi vibrante, musculoso y soleado; también dramático desde los atriles. Fue de agradecer, cosa que no siempre se hace, la interpretación completa de la obra, salvo un pequeño Duetto del Acto III, y algún que otro Da capo.

El conjunto del amplio elenco vocal fue muy homogéneo, más si cabe entre los efectivos masculinos, reales que no operísticos.

Luca Tittoto (bajo) leyó un Oralto atronador, pendenciero, socarrón y muy, muy atractivo.

Topi Lehtipuu, el tenor finlandés que ya había llevado su personaje, Narete, al disco, disfrutó e hizo disfrutar con su completo dominio del personaje que goza de algunas de las arias más atractivas


(vídeo Jeffrey Stivers)

El contratenor Carlos Mena bordó por fraseo exquisito y musicalidad extrema su personaje de Osmino.

Ismael Arróniz, barítono, dio la talla en su breve cometido de Eolo.

Roberta Invernizzi, con voz irregular, salvó el personaje de Morasto gracias al oficio, la sobreactuación y su todavía amplio dominio de las agilidades.

María Espada, con su interpretación de Licori, fue el contrapunto de la anterior: bello timbre vocal, muy justa de coloratura y escasa de expresividad, con tendencia constante a la languidez.

Franziska Gottwald, contralto, defendió sin problemas su Elpina, con excelente gusto.

Romina Basso, la otra contralto, arrojó luz y dominio escénico a su personaje de Giunone, de escasa presencia y limitada musicalidad.

Excelentes y bien compenetrados los números de conjunto que nos dejó Vivaldi: dúos, tríos, cuartetos, tutti...

El éxito de la función fue descomunal; el todo barroco gallego (un auténtico subestilo) se dio cita en el Rosalía de Castro coruñés y llenó de inmensas y sucesivas ovaciones que llevaron a los intérpretes a aplaudir al público (!)

Aquí tienen la interpretación completa:


(vídeo Rinaldo Magnasco)


domingo, 19 de abril de 2015

Serenata Notturna

fotografía: Koromoto

Casi siempre resulta atractivo acercarse al cristal de una ventana, mirar a través de él. En muchas ocasiones esperando que sea transparente, casi indetectable, para observar lo más bello de la realidad, los detalles; en otras, nos reconforta un cierto velo, unas gruesas gotas de agua agarradas como dípteros sin patas a su superficie vertical, que nos permite vernos también a nosotros mismos.

Algo similar ocurre con la Música de WA Mozart: maneja continuamente una dualidad arrebatadora. Permite ver el campo y tus ojos, los árboles y el bosque, lo sagrado y lo profano, lo popular y lo culto. Es un concepto dual, completo, redondo y perfecto.

El año 1776 fue el período más fértil del compositor de Salzburgo, anterior a su partida a Viena. Dominado todavía por el estilo galante, comenzó a forjar su propia personalidad artística y puso en marcha la potentísima maquinaria melódica que todavía hoy nos asombra y enloquece.

La Serenata N.6 en Re Mayor "Notturna" KV 239 es un buen ejemplo de lo expuesto. Mucho más concisa, en forma, que muchas de sus predecesoras, representa la esencia misma de lo mozartiano: elegancia, frescura, brillantez, alegría, poderío, fluidez,  empatía, conmoción… todo aquello que hace exclamar a cualquiera: ¡es Mozart! Es Música intemporal.

Escrita en tres breves movimientos, para dos pequeñas orquestas de cuerda que estuviesen concertando entre sí, en un eficaz sistema de estereofonía. El resultado seduce sin remedio, de dentro a fuera, y viceversa. Un cristal espejo, según el día.

I. Marcia (maestoso)
Como toda Serenata comienza con una marcha, pero esta vez incluida en el primer movimiento y de apenas unos breves compases de duración, para dar paso a  dos temas cantabile, y un desarrollo que echa mano de pizzicati y timbales.

II. Menuetto
Canto alternativo en ambas orquestas, y gracia sutil en el Trío merced a los segundos violines.

III. Rondó (Allegretto-Adagio-Allegro)
El exquisito tema francés del Rondó conduce a un sorprendente pasaje en Adagio, que desemboca en una alegre danza final de ida y vuelta...


(vídeo agustigula4)

domingo, 12 de abril de 2015

perlas, rojas.


Dicen que el mayor acto de vanidad, en estos tiempos virtuales, es tener un Blog; yo mantengo uno desde hace ocho años y les puedo asegurar que NO. El mayor acto de vanidad es escribir un Libro, y editarlo; si además es un poemario, el pecado se contrarresta con una virtud, la valentía.

Los últimos siete años de mi vida han sido tan emotivos e intensos que han gestado cuarenta y seis poemas, que poco a poco han querido reunirse en las páginas marfiles de un libro, bajo un mismo título: perlas, rojas.

Ya que el Arte es como mínimo Sentimiento o no es nada, por encima de aspectos formales y capacidades literarias, lo único que les puedo asegurar con este libro, es que Sentimientos contiene, y en abundancia; en los textos, y en las seis Ilustraciones, más la portada, obra de mi querida amiga Pilar Fdez.-Pinedo, quien acertó a iluminar con trazos de fuego  mis oscuras palabras. Gracias, Pilar.

Esta Alegoría entre el Amor y la Muerte, en forma de joyas sobre un cuerpo extraño, es un humilde conjunto de Sueños… y recuerdos, fantasías, deseos, melancolías, tristezas, alegrías, lágrimas, emociones, dolores, risas, sentires... Sentimientos que, en un determinado momento, he tenido el deseo de compartir con el lector, deseando que los hiciese suyos, y, a la vez, ejerciese la noble tarea de crítico.


Y perlas tan humildes buscan siempre acompañarse de la más Grande y Hermosa: el Goldberg-prodigio:


(vídeo La Casa di Davide)

Nota: perlas, rojas. se puede adquirir a través del Autor o en Amazon


domingo, 5 de abril de 2015

Historias de Antes


En los largos días de las vacaciones estivales de la escuela, una de mis actividades predilectas era dejarme caer por casa de mi tía, la hermana de mi madre. En realidad era subir, pues aunque cercana en distancia, mi casa estaba situada en una cota mucho más baja que la suya.

Mi madre y su hermana siempre mantuvieron una muy estrecha relación, así que acercarme por allí era un acto de pura cotidianeidad; me resultaba placentero, no solo por ella, mi tía, sino también por su hija, mi prima, apenas tres meses menor que yo. Sin duda la hermana que nunca llegué a tener. En aquellos años, en plena adolescencia, era hermoso y aleccionador hablar horas y horas con ella, de lo humano y de lo divino, desde perspectivas hormonales bien diferentes. ¡Cuánto aprendí por entonces del universo femenino, que todavía me fascina!

Para ser sincero, también era atractiva la visita por el hermano de mi prima, mi primo; varios años mayor que nosotros, era un chico con infinidad de amigos, quienes sin saber yo bien cómo, le procuraban un excelente surtido de discos LP’s, muchos de ellos inéditos en la triste España de entonces. Había mucho dónde escoger, multitud de portadas de grupos desconocidos, de nombres impronunciables, y con enormes cantidades de pelo.

Mi querida prima tenía un tocadiscos de la época, aquellos con el altavoz en la tapa y un asa de transporte para guateques. En él, entre disco y disco de Aute, a quien ella adoraba, yo probaba aquellas rarezas de su hermano. Pronto Luis Eduardo fue historia para mí.



Entre la amplia oferta enseguida se destacó un sonido y una portada. Era la ópera prima de cuatro chicos británicos que no dejaban de mirarme con cara ingenua desde la contraportada de su obra; luego se harían muy famosos, incluso legendarios. La portada era apocalíptica: el Hindenburg en llamas, en blanco y negro.

En cada visita el vinilo giraba una y otra vez, cada vez a mayor volumen para resaltar los agudos vocales de Robert Plant, la bluesera Gibson Les Paul de Jimmy Page, la demencial batería de John Bonham y el elegantísimo bajo, y órgano, de John Paul Jones. El progresivo aumento de  los decibelios atraía inevitablemente a mi tía, alarmada por el estruendo del cuarteto; inevitable también era su comentario: “¡no sé cómo os puede gustar esa música!”.

La realidad era que a mí me gustaba, y mucho; en realidad, todavía me gusta. Ese Led Zeppelin (I) (1969) tiene un lugar especial en mi corazón, lleno de blues y de juventud. También cantidades ingentes de rock progresivo y buen rhythm&blues:

1. Good Times Bad Times: lo primero que escuché de la banda:


(vídeo salvosturgiscoben)

2. Babe I'm gonna leave you: los altibajos de la despedida:



(vídeo Bashkim Mujovi)