domingo, 27 de octubre de 2013

En Mar, Abierto_III

Nebulosa Mariposa

III.  Fuga

Superada la ansiedad, se instala la depresión, al darse de bruces con la dependencia y la incapacidad, al tiempo que la autoestima se va por el vertedero.

El baño es su ruedo, sangre y arena; se ha mudado en el laberinto de Minos, donde cada adminículo es un tauro afilado.

La siempre reconfortante ducha se ha transformado también; ahora es una pesada y peligrosa tarea entre tubos de plástico de distintos calibres. Entre ellos está prisionero como en una telaraña sin dueña.

El más indecente es el drenaje; un arpón en el alma con maletín ad hoc. Se fuga el oxígeno, quemando anhelos, incendiando alarmas.

Asoma Brahms, y su viento suaviza el dolor; Trío para Clarinete op 114, Andantino grazioso:


Beaux Arts Trio y George Pieterson (cl)
(vídeo Barbebleuei)

domingo, 20 de octubre de 2013

En Mar, Abierto_II

Nebulosa Ojo de Gato

II. Intervención

Tras las abluciones de rigor, es la espera, en especial cuando se alarga más allá de los plazos, otro de los bisturís pre-quirúrgicos. Los minutos devienen horas por las que desfilan todos los jinetes apocalípticos. 

Con la puesta en marcha, sobre ruedas, la mente vira al blanco hasta descubrir el escenario de luz y acero bajo el cual centrarse. Mil manos de látex, adiestradas, enlazan su yo a variados monitores… y en nada, entra en un sueño sin sueños. 

Al volver, después de un tiempo inmensurable, el mundo es lento y reposado, pero la consciencia, plena. Los destellos fluorescentes se tornan finas cortinas de luz blanquísima sobre la cual pululan humanos femeninos en un baile frenético pero rítmico. La sensación es de una ciencia-ficción ya rancia… 

Respira aliviado mientras recupera la razón, su razón, atando cabos. 

Del panel de mandos parece llegar el Andante con moto del Trío con piano D929 de Franz Schubert:

Beaux Arts Trio
(vídeo Barbebleuei)

domingo, 13 de octubre de 2013

En Mar, Abierto_I

Nebulosa Burbuja

AL IR A DORMIR   (Hermann Hesse)

Ahora que el día se ha fatigado,
que mi nostálgico deseo
sea acogido por la noche estrellada
como un niño cansado.

Manos, abandonad toda acción.
Mente, olvida todo pensamiento.
Ahora todos mis sentidos
quieren caer en el sueño.

Y el alma sin más guardián
quiere volar, liberadas sus alas,
en el círculo mágico de la noche,
para vivir profundamente mil veces.

I.   Ingreso

Casi todo comienza por el principio, pero pocas veces éste es el instante más amargo, difícil y doloroso. Cae la tarde.

Cuando las aminas despertadoras se esconden bajo las camas y los corticoides euforizantes saltan por las ventanas, los fantasmas salen a revolotear como vampiros del claroscuro.

Y al echar mano de la razón, atópase con la realidad. Ésta le perfora con su implacabilidad: ruido, hacinamiento, dolor, cargazón, y ¡el baño! … ¡dios santo, si solo cabe la puerta!

El protocolo es claro; le despojan de lo que es, le embuten en un pijama de otra talla, y desaparece bajo dos pulseras con códigos de barras ¡diferentes! La duda le asalta por última vez ¿huir? ¡sería fácil! No, entregarse del todo…

Es lo que hizo mientras nacía la noche… y Elisabeth Schwarzkopf recorría elegante el “Beim Schlafengehen” ("Al Ir A Dormir") de los Cuatro Últimos Lieder de Richard Strauss:


(vídeo Barbebleuei)

sábado, 5 de octubre de 2013

En Kareol


Casi mítico, en su aspecto fabuloso, resultó conocer que durante el LXI Festival de Ópera de A Coruña, tendríamos una función, en versión concierto, de la mítica, en su aspecto legendario, ópera Tristan und Isolde de Richard Wagner.

Y no solo por la formidable obra programada sino también por el elenco presentado, que además fue mejorando con el tiempo, como los caldos. Catherine Foster, la Brünnhilde del pasado –Bayreuth 2013- dejaba a última hora su puesto a Eva-Maria Westbroek, la Isolde del futuro –Bayreuth 2015- Algo de misterio envolvía el cambio, pues la soprano holandesa todavía estaba preparando el rol para su estreno en Dresde este otoño, y dos días antes de la función coruñesa defendía su estupenda Sieglinde en Berlin.

¡Estaba claro que algo divino soplaba sobre este TuI! Así también lo entendió un público entregado que colmó el Palacio de la Ópera, y que esperaba ansioso a que sonase ya el primer acorde de Tristán, pistoletazo de salida de una armonía cromática que cambiaría la faz de la música clásica para siempre.


Un venerable Eliahu Inbal enseguida encendió la mecha de la Orquesta Sinfónica de Galicia con una lectura incandescente y brillante, veloz y vital, de fuerte carga dramática sabiamente mantenida, y muy expresiva e implacable especialmente en un áspero primer acto en el cual llevó al límite a la pareja protagonista. Según avanzaba la obra, se fue relajando en la propia sublimidad romántica, divina y humana, de la ópera. La estupenda orquesta gallega respondió sin concesiones ni reservas, clara y diáfana, tanto en el arropamiento místico de la cuerda como en la excelsitud evocadora de las maderas. Del Coro de la OSG en su mínimo papel apenas se puede añadir más al consabido cumplidor.

Reconocimiento hecho a los tres pequeños papeles secundarios, bien elaborados, de Borja Quiza, Melot; Francisco Corujo, un pastor, un marinero; y César Sanmartín, un piloto, comenzamos el repaso al elenco por el rey Marke de Gidon Saks, un precioso rol que fue dicho con una mezcla de nobleza y envaramiento por el bajo israelí, en todo momento expresivo y doliente, obteniendo una gran acogida entre el público.

La Brangane de Iris Vermillion  alumbró lo mejor de la mezzo alemana: un color muy particular –agrio, según un colega- y una declamación matizada y redonda, que la llevó a una perfecta simbiosis con el maternal personaje.

El Kurwenal de Jukka Rasilainen fue compuesto todo él con oficio más que con instrumento. La pulcritud y la experiencia salían en ayuda de la única voz incapaz de traspasar la orquesta.

Stephen Gould, el heldentenor estadounidense reciente Siegfried en Munich, comenzó forzado y muy opaco su Tristán navegante, sin rastros de metal; ¡vale que Tristan no es Siegfried pero también es un héroe!. En el dúo de amor del segundo acto y especialmente en su descomunal soliloquio del tercero, se vino arriba, creció en todas las facetas de la voz y su expresión, cuajando un asombroso personaje, crudo, real, doliente, interiorizado plenamente.

Todos los oídos estaban puestos en la Isolda de la Westbroek, y tampoco su arranque fue sobresaliente, lo cual era natural pues el primer acto es el más dramático y pesado de la heroína; sobre un timbre hermoso y amplio, el agudo no terminaba de salir, llegando el comprometido fraseo a bordear la frontera del vibrato natural. Iba forzada y se le notaba en toda la gestualidad; daba la impresión que era la parte menos adelantada en su preparación del personaje. Ella misma había declarado que Isolda es su límite wagneriano. En el segundo acto, mucho más cómoda, supo sacarle todas las virtudes a su voz -brillo, timbre, matiz- regalándonos, con Gould, una maravillosa escena de pasión nocturna, de amor humano y divino. El esperadísimo Mild und Leise final, mucho más trabajado, sumergió a la audiencia en esa inmensidad musical que representa esta ópera wagneriana.

Éxito rotundo, agradecimientos enfervorizados, para un Tristan und Isolde al nivel de lo mejor que hoy día pueda escucharse en el más reconocido teatro o auditorio. Lo dicho al comienzo: ¡Fabuloso!

A falta del audio de la Westbroek nos conformaremos con la Muerte de Amor de Isolda en mi versión favorita: Kirsten Flagstad con W. Furtwängler:

(petrof4056)