domingo, 25 de diciembre de 2011

Otra Navidad con Él

«He dicho que Dios le debe todo a Bach. Sin Bach, Dios sería un personaje de tercera clase. La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total. Con Bach todo es profundo, real, nada es fingido. El compositor nos inspira sentimientos que no nos puede dar la literatura, porque Bach no tiene nada que ver con el lenguaje. El sonido lo es todo. Bach compromete la idea de la nada en el otro mundo. Sin Bach yo sería un perfecto nihilista.»
Émile M. Cioran

Aunque para JS Bach, y para muchos otros, la Música no está obligatoriamente ligada a eventos precisos, pues es más bien un estado anímico, un sentimiento, no cabe duda de que el nacimiento de un niño siempre supone un motivo de celebración y alegría (salvo para Cioran) que puede convertirse en Música; más aún si el recién llegado viene, al menos para algunos, con una mayúscula en su primera letra.
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Así el gran Bach, profundo creyente, destinó un conjunto de Seis Cantatas para las celebraciones litúrgicas asociadas al nacimiento del hijo del dios cristiano; conocidas desde el XIX como Oratorio de Navidad BWV 248

Aunque de sobra conocido, y abundantemente representado en este Castillo, no quisiera dejar pasar esta nueva ocasión para sumergirnos en esa galaxia musical aprovechando una reciente interpretación en Dresde: un enclave señero del renacer en la conjunción de Música, Arquitectura y Naturaleza. En la Frauenkirche, símbolo de la capital sajona, el excelente nuevo director titular Christian Thielemann dirige a la maravillosa Sächsische Staatskapelle Dresden asumiendo el desafío de una interpretación moderna de la obra bachiana; acompañan el Coro de la Frauenkirche y cuatro solistas competentes.
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No se prodigan estas lecturas con orquestas que no sean de instrumentación original, y menos con criterios alejados de los cánones (nunca mejor dicho) historicistas. Más difícil aún resulta salir airoso del esfuerzo. Eso lo consigue Thielemann con su mensaje de poderío y solidez, en unas descomunales dinámicas y una pulsión arrebatadora, aún con querencias románticas, , delante de una orquesta con mayúsculas en todas sus letras, dotada de cuerdas radiantes y metales gloriosos, que espejean la enjundia de una música sin límites, interminable, infinita...
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Escuchemos la llamada de los timbales a las jubilosas trompetas del Coro que abre la Navidad “Jauchzet, Frohlocket, Auf, Preiset die Tage”, tomado del Concierto de Dresde, con fantásticos planos de la Frauenkirche:
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(vídeo meinhardo)
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Bach, Cioran y Dresde en el mismo post,
esta vez creo que he ido demasiado lejos...
Es igua, la Cultura es salvación,
y éstas son Fiestas para la FELICIDAD
esa misma que les deseo a todos.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La Haffner: más que un divertimento

Los Haffner y los Mozart mantenían una larga amistad familiar, por lo que no resulta extraño que, siendo burgomaestre de Salzburgo Siegmund Haffner, encargase al veinteañero WA Mozart una composición de circunstancias con motivo de la boda de su hija Elisabeth.

Para la víspera del evento nupcial, 21 de julio de 1776, Wolfgang, honrado por el encargo y ávido de reconocimiento, quiso presentar una composición monumental, la Serenata Haffner en re mayor KV 250: una cuasi sinfonía para orquesta con un regalo sorpresa en su interior, un Concierto para violín en tres movimientos.

Una obra donde un Mozart juvenil, vigoroso, lozano, eleva el estilo galante a altas cotas de elegancia y clase, destacando la propia instrumentación, y los colores y sentimientos que en ella conviven. Una de sus primeras cimas orquestales, que nos permite intuir su próxima evolución vienesa, hacia la genialidad.

Años más tarde vería la luz la Sinfonía Haffner KV 385 compuesta también para honrar a S. Haffner con motivo de su elevación a la nobleza.

De los ocho movimientos de la partitura, cinco pertenecenen a la Serenata propiamente dicha, comenzando por el que abre la composición: I. Allegro Maestoso – Allegro molto: cuyo comienzo rítmico y triunfal introduce los dos temas, plenos de vigor juvenil y aire festivo, destacando el segundo de ellos por su aire juguetón en las cuerdas agudas.


(vídeo 581983141)
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El segundo movimiento II. Andante, corresponde al primero del Concierto para violín en sol mayor intercalado, que se introduce con un tierno tema del solista que se irá desarrollando con gran belleza en una atmósfera de ensoñación:


(vídeo paolopacc)
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El final VIII. Adagio – Allegro assai, aparece sorpresivamente en un adagio sutil y suplicante, hasta que los violines dan rienda suelta al allegro con un primer tema extrovertido que encadena el siguiente, mucho más matizado y de colores turbios. Una giga, cuyas modulaciones construyen el desarrollo, convierte el movimiento en una fiesta y la obra en una celebración...


(vídeo cmlwhcl)

Saludable...

viernes, 9 de diciembre de 2011

Katerina Lvovna

Cartel Lady Macbeth del Teatro Real 2011

“Bésame hasta lastimarme los labios,
bésame hasta que la sangre me golpee las sienes,
hasta que se caigan los iconos del altar”

Sexo y violencia. Amor y sangre. ¿Componentes suficientes para triunfar? Hoy en día, sí. Pero hay muchos más matices en este cuadro de época: egoísmo, desesperación, soledad, celos, sumisión, lascivia: Pasión.

Pasiones irrefrenables en un entorno de brutalidad, tal es el contexto en el que se mueve un ser humano: una mujer en soledad, fuerte y débil a la vez. El amor llevado al crimen por el único personaje íntegro de la historia, rodeada de monigotes: un suegro libidinoso y cruel, un marido pusilánime, un amante egoísta, un cura borrachín, un sargento envidioso. Una sociedad grotesca que convierte la autodestrucción más escalofriante en una forma de vida.

Esta es la Lady Macbeth del Distrito de Mtsenks, Katerina Lvovna Ismailova, según relata la novela homónima (1865) de Nicolai Leskov, que fue recogida por Dmitri Shostakovich para su gran ópera de 1932.

Obra que, tras su éxito inicial, sería fulminada, al igual que el compositor, por la jerarquía estalinista en su particular caza de brujas buscando su propio Arte degenerado (o burgués, o apolítico) demostrando, una vez más, la todavía vigente máxima de la censura “desprecia cuanto ignora”. Sería en 1958 cuando, reivindicado ya el compositor, éste estrenase una versión revisada de la obra: Katerina Ismailova. Rostropovich en 1978 halló la partitura original, la preferida de Dmitri, registrando en EMI junto a su mujer, la soprano Galina Vishnevskaya, la primera Lady Macbeth: la verdadera, la laminada.

Para una historia tan candente, Shostakovich acertó a insuflarle una música sin concesiones, enfocando la visión de una tragedia satírica con toda su carga de griterío y neurosis (Pravda dixit). Toda la obra se balancea en un desesperado verismo sui generis, el más brutal expresionismo orquestal como un collage abrumador, un bufo retrato de la sociedad de la época, salpicado de los pasajes más variados y hermosos de lirismo, ternura, melancolía, desesperación, entre explosivas disonancias de metales.

Escuchemos el desesperanzado canto a la orfandad de amor, a la necesidad de caricias de Katerina, en la memorable interpretación de la Vishnevskaya, plena de oficio, arte y entrega:


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Y en la mejor tradición rusa, el coro con bajo solista; los convictos camino de la muerte. Crimen y castigo. Consuelo:


(vídeos Barbebleue)
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Otro acierto del Teatro Real; y van tres…

sábado, 3 de diciembre de 2011

La Escena Canterbury

El Sonido Canterbury o Escena (como prefiero denominarlo) hace alusión a una eclosión de grupos (Caravan, Soft Machine, Camel, Hatfield and the North,... y posteriores derivadas) con inquietudes musicales similares, que surgieron hacia finales de los sesenta en torno a la ciudad de Canterbury, Kent, al sudeste de Inglaterra. Nació como una suerte de fusión rock-jazz con fuerte componente de psicodelia y rock progresivo.

SOFT MACHINE fue, a gusto de quien escribe, el punto álgido y desarrollado de ese ambiente sonoro. Formado en torno a un iluminado australiano de nombre Daevid Allen, quien luego emigraría a Francia para fundar una de las bandas más frikis de la historia: Gong.

A medida que Mike Ratledge, teclista de formación clásica, se fue haciendo con el devenir estilístico del grupo, fue depurando la formación (incluida la base rítmica original, Hugh Hopper y Robert Wyatt) y fue derivando el sonido original hacia una suerte de jazz-rock vanguardista, de intensa improvisación y atmósferas casi cinematográficas, abandonando definitivamente toda aportación vocal, profesionalizando la banda y alejándose de cualquier veleidad comercial.
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A partir de la sexta entrega discográfica del grupo, entró en la formación el multiinstrumentista Karl Jenkins, proveniente también de ambientes musicales cultos, y generador, con posterioridad del proyecto Adiemus, quien relanzaría la carrera de la banda hacia sus más altas cotas: Soft Machine Six y Soft Machine Seven.
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El sonido de la banda se purificaba completamente, basándose en ritmos muy marcados, sincopados, obstinados (batería y bajo eléctrico), sobre el que se trenzaba el tejido sonoro de los teclados de Ratledge (piano acústico y eléctrico, órgano) a modo de segundo ritmo o textura, sobre la que evolucionaban los vientos de Jenkins (saxos barítono, tenor, soprano, oboe, flauta...) o una segunda capa de teclados.

De su mejor época les propongo dos temas: “Chloe and the Pirates” evocador tema del doble elepé Six (1973) :
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(vídeo TheSelectorsOriginal)

Del Seven (1973): “Penny Hitch” paradigma del sonido de la banda:
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(vídeo alici00)