Pocas piezas musicales, especialmente operísticas, han tenido un mayor y mejor aprovechamiento emotivo y evocador en el arte visual que el Intermezzo de Cavalleria rusticana (1890), la afamada ópera de Pietro Mascagni (1863-1945), cumbre del movimiento artístico conocido como verismo.
La desgarradora fuerza dramática de la partitura, ensalzada por la impactante belleza desoladora de la melodía, la han situado entre algunos de los fotogramas más conocidos del cine clásico: Toro salvaje, de Scorsese, o El Padrino III, de Coppola.
Hoy la recordamos, fluyendo entre sugestivos paisajes de la hermosísima Toscana, que también le sientan de maravilla: