El primero es el turrón: ese estacional y empalagoso vestigio de
repostería árabe. No soy yo muy aficionado a los placeres dulces del paladar,
pero unos trocitos de turrón me sumergen en las fiestas del solsticio. Preferiblemente
turrones clásicos, ya saben, Alicante con almendra en gruesas porciones y
textura dura, o Jijona, con almendra molida y sosiego para las muelas.
El otro es un placer musical: el Oratorio de Navidad BWV248 de JS Bach. Desarrollado en sus seis
Cantatas para diferentes días, me acompaña a lo largo de todas las festividades
como una toma de conciencia continua y una serenidad emotiva como solo el gran
Bach consigue transmitirme.
Hoy domingo, inmerso en plena vorágine de celebraciones, coincide con
la tercera jornada navideña; en aquella época la Navidad se celebraba durante
tres días consecutivos; todo un amor al Arte.
La Cantata “Herrscher des Himmels, erhöre das Lallen” (Rey del Cielo, escucha nuestras indignas plegarias), para el
tercer día, se abre con un movimiento coral concertante, en el Coro, que en
forma da capo sirve también para cerrar la obra.
(vídeo protestant7)
El aria para alto “Schliesse, mein Herze, die selige Wunder” (Guarda, corazón mío, este dulce milagro)
se cree que es de las escasas partes del Oratorio que fueron compuestas expresamente
para él, y su fervoroso canto dejó huella de un inmenso esfuerzo en las múltiples
correcciones del autógrafo:
2 comentarios:
Bach Bach Bach. ¿Qué os ha dado este hombre?
Escucharé la música que te acompaña en estos días.
Sé feliz.
Nos da alimento, el padre de la Música.
Feliz Año, Glòria!
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