Pero durante su vida, este hombre piadoso y sencillo, tuvo reconocimientos de Gran Maestro, no sólo en Roma o en Italia, sino por toda Europa. Baste nombrar algunos de sus alumnos más dotados: Christoph Bernhard, P.J. Baudrexel, Johann Kaspar Kerll, Johann Phillipp Drieger, Giovanni Maria Bononcini, Giovanni Paolo Colonna, Alessandro Scarlatti y Marc-Antoine Charpentier. Gracias en gran medida a la recopilación que hicieron de la obra de su maestro, han sobrevivido muchas de ellas.
El puesto de su vida fue la de Maestro di Capella en la Basílica de Sant’Apollinare perteneciente al Collegium Germanicum que tenía la orden jesuita en Roma, con unas obligaciones similares al Kantor de Leipzig: componer y organizar la música de la iglesia y asumir la docencia de los jóvenes coristas del Colegio. Por el camino quedaban renuncias a cargos tan importantes como la sucesión de Monteverdi en la Basílica de San Marcos o el puesto de Maestro de Capilla en la corte de Bruselas o Viena.
Religiosidad, sensibilidad, modestia fueron virtudes que le adornaron, las cuales unidas a una fascinación por el teatro, encauzaron parte de su obra hacia el Oratorio. Tal es así que fue en su tiempo tenido popularmente por el inventor de este género, que plasmó cercano y a la vez seductor, en el estilo que entonces se desarrollaba en Italia: el estilo recitativo monteverdiano, recitar cantando, y a la vez representativo, cercano a la ópera que nacía por obra y gracia de la Camerata Fiorentina. La relación con Dios pasaba a ser íntima y plena de emoción humana, ahí brillaba Carissimi, cuyas historias sagradas eran demandadas en los más altos lugares, como el Oratorio de l’Archiconfraternitá del Santíssimo Crocifisso, lugar de reunión de la nobleza.
Su obra (Misas, Cantatas, Oratorios) destaca por un esencialismo basado en sobrios y sólidos pilares musicales, muy tradicional en la forma pero dotado de una pulsión dramática interna muy poderosa; siendo su corolario, una elegancia muy natural. Sirva de aperitivo el Chorus: “Tunc, horribile sonitu, tubae” de su obra Judicium Extremun:
Tras una breve y esencial sinfonía, aparece el narrador (historicus) adornado de bellos melismas. Comienza la acción con la intervención de Dios que pide a Jonás que aleje a Nínive de su pecado. Ya en el barco, el doble coro desencadena la tempestad sonora, y tras la autoacusación, éste es arrojado al mar. La oración de Jonás en el vientre de la ballena supone el punto central de la acción sacra, leída como un aria, más bien arioso, equilibrada y melódica. La súplica se hace humanamente doliente hasta conseguir el perdón divino y el vómito del cetáceo. La acción se extingue en un sereno y emotivo coro de arrepentimiento.
Jesuita sí cantat…
Jonás
4 comentarios:
Un poco más largo please.
He añorado mis épocas de corista (aficionado).
Más largo, Ximo ?
Puedes bajarte el Jonás.
Ay, estos chicos del coro !
Una maravilla que no conocía. Muchas gracias doctor.
Pisístrato
FABULOSO!!!
Carissimi siempre es genial!!!
Ahora Jerome Corréas resucitó un par de oratorios, a ver si los subo al YOUTUBE.
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