Una de las facetas más gloriosas del genio es sin duda la subversión de la verdad
artística, de la forma y del lenguaje, en mayor o menor grado. Esa capacidad
para hacer suyas unas reglas acordes a cada época pero profundamente
impersonales, y lanzarlas hacia el porvenir.
Esta evidencia, una más del poliedro del artista genial, se puede
rastrear en el mundo de la música clásica no solo en luminarias que pusieron
patas arriba el orden formal establecido como un Schönberg, con su
revolucionaria utilización de la escala musical, o un Beethoven, con su salto
de calidad y subjetivismo en la expresión musical, por no hablar de un Brahms,
apodado “el progresista”. También en compositores considerados “conservadores”
encontramos indicios de esa faceta, tan ligada a la propia personalidad. Pensemos
en el recorrido desde el salón galante a una expresión claramente prerromántica
de un WA Mozart, o incluso en un personaje tan apegado a la tradición como fue
JS Bach, tildado, en más de una ocasión, de atrevido cuando no de provocador.
Remontándonos todavía más atrás podemos encontrar a un genio del XVII
que nos ha dejado clara muestra de su evolución estética, y la de su tiempo, en
su amplio opus. Claudio Monteverdi
(1567-1643) expresa como pocos el largo camino de la forma musical que conducía
de Mantua a Venecia, el paso de la prima
pratica (Stile antico) a la seconda pratica
(Stile moderno o nuovo) que estableció el Barroco temprano y todo un lenguaje
de futuro.
La claridad armónica, el privilegio de la melodía supeditada al texto,
la evolución hacia la monodia, la libertad contrapuntística,, el tratamiento de
las disonancias, o la preponderancia en la expresión de los sentimiento íntimos
(affetti), fueron características básicas
del nuevo lenguaje musical que Monteverdi impulsó con su genio, a pesar de
grandes querellas.
Para ejemplificar este paso de gigante les propongo la escucha de dos breves
piezas de nuestro compositor invitado. Dos piezas similares, dos Sanctus,
pertenecientes a dos Misas escritas en diferente época y estilo.
Sanctus de la Missa
da cappella a sei voci “In Illo Tempore”, escrita en 1610 en estricto y
severo estilo antiguo, polifónico y pleno de melismas.
(vídeo Antonio Lucio)
Sanctus de la Messa
a quattro voci da cappella, publicada en 1650 en la luminosa seconda
pratica:
(Vídeo Barbebleuei)
¡Disfruten las diferencias!
2 comentarios:
distintas, pero no podría elegir entre estas dos joyas, preciosas las dos!
de lo mejor de cada estilo!
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