domingo, 22 de mayo de 2016

Las mariposas de Terezín

Terezín - Dibujo de Margit Koretzova

Terezín, al norte de Praga, fue fundada a finales del siglo XVIII por el emperador José II, en honor a su madre la emperatriz María Teresa, a partir de una peculiar fortaleza militar. Durante el régimen nazi fue convertida en gueto judío y campo de concentración bajo el nombre alemán de Theresienstadt.

Dicho campo fue utilizado por la propaganda nazi como modelo de ciudad para el pueblo judío; un paradisíaco lugar donde florecían las artes. Para dicho fin llegaron a realizar un documental bajo el ilustrativo título “El Führer regala una ciudad a los judíos”, e incluso organizaron visitas abiertas a la comunidad internacional. Por eso concentraron a multitud de artistas en dichas instalaciones, con cierta libertad para organizar eventos artísticos, desde teatro hasta conciertos y óperas. Pero en realidad se trataba de un campo de paso hacia los verdaderos campos de exterminio, Auschwitz especialmente.

Hablando tan solo de músicos, por Terezín pasaron y trabajaron compositores como Elkan Bauer, Rudolf Karel, Viktor Ullmann (estrenó aquí su ópera Der Kaiser von Atlantis), Pavel Haas, Hans Krása (estrenó su ópera para niños, Brundibár) o Heinz Alt. También intérpretes como la pianista Alice Herz-Sommer, o el director de orquesta Karel Ancerl, supervivientes ambos.



Pero, ahondando en el horror del horror, de la humillación y el exterminio nos han llegado también poemas de niños que elevaron su sensibilidad más allá de esos muros: Pavel Friedmann, Franta Bass, M. Kosek, H. Lowy, Bachner, y otros, entre los más de quince mil niños que pasaron por Terezín. Obras que se conservan en el Museo Judío de Praga.

La compositora Lori Laitman (1955) escribió entre 1995-1996 un ciclo de seis canciones sobre seis poemas de algunos de estos niños, titulado “I Never Saw Another Butterfly”. Tal vez el más emotivo de todos es el primero, poema homónimo de Pavel Friedmann, que pasamos a escuchar en la profunda y desoladora versión para soprano y clarinete solo. Transcribo la versión en inglés del poema, tal como se utilizó para la canción; no me he atrevido a traducirla.

The last, the very last
So richly, brightly, dazzlingly yellow.
Perhaps if the sun's tears would sing
against a white stone…
Such, such a yellow
Is carried lightly 'way up high.
It went away I'm sure because I wished to
kiss te world good-bye.
For seven weeks I've lived in here,
Penned up inside this ghetto.
But I have found what I love here.
The dandelions call to me
And the white chestnut branches in the court.
Only I never saw another butterfly.

That butterfly was the last one.
Butterflies don't live in here,
in the ghetto.

(vídeo Charles-David Tremblay)

2 comentarios:

Unknown dijo...

El holocausto judío siempre hiere como si se acabara de descubrir. Hay un libro precioso de Sebald, "Austerlitz". No sé si lo conoces, es una lección de estilo y él aparece Terezin. Siempre tendré asociados el campo, Austerlitz, las mariposas y Sebald.

Un bico.

Barbebleue dijo...

La visión, tan documentada, del Mal absoluto sobrecoge una y otra vez, y es bueno que así sea. Nunca he querido profundizar demasiado en los detalles macabros de los campos y aledaños, pero Terezín atrajo siempre mi atención por su cínica utilización y la concentración de músicos que los verdugos llamaron "degenerados". Una generación perdida, sin duda, pero el Arte y la Vida se abren paso incluso entre la abyección.

Un petó.