La
relación de Frank Zappa
con la guitarra fue, es, hondamente pasional; en ocasiones
instintivamente animal, inevitable y necesaria. Un concubinato en el
que subyacía siempre una fuerte pulsión sexual, que pronto devino
reproductiva; conviene no olvidar la finalidad del sexo. La
naturaleza es muy sabia. Frank procrea abundantes notas, con
mostacho, a través del mástil de la guitarra -símbolo fálico
donde los haya- en el seno acogedor y nutricio de un gran
amplificador a válvulas Marshall.
Y
ese impulso, esa voluntad, recorre todo el proceso guitarrístico: va
desde la obligación ética y estética de llenar de largos solos
improvisados sus fastuosos directos, hasta toda la tensión dramática
que aglomeraba en el desarrollo armónico y rítmico de los mismos,
pasando por el desaforado apetito hacia la experimentación y la
edición de los sonidos que extraía del combo. La guitarra le
permitía ejercer la composición en tiempo real, porque como bien
decía: “mi aproximación al instrumento es como compositor”.
Zappa
dejó escrito que nunca se consideró un virtuoso de la guitarra, más
bien un aventajado trabajador, un experimentador curioso, también un
enamorado, de un cierto estilo muy concreto. Un estilo que bebió en
viejos discos de los grandes del R&B como Johnny Guitar Watson,
Guitar Slim o Clarence Gatemouth Brown, y que luego fue volviendo
personal, ecléctico, como toda su música. Resulta muy ilustrativo
convenir que Frank Zappa es todo un género en sí mismo.
Ni
virtuoso en estilo, ni en técnica. Autodidacta desde muy joven, y
obviamente muy poco ortodoxo en el uso de la mano derecha, con la
púa, o el golpeo, o el pellizco, o el barrido... mucho más con la
izquierda, precisa y ágil. Más pendiente de buscar y encontrar ese
momento de arte, el instante en el cual la Belleza arrumba al
Tiempo. Con ese fin grabó todos y cada uno de sus conciertos, de los
cuales se dedicaba a cribar lo que realmente merecía la pena, y
llegó a editar varios álbumes de improvisaciones guitarreras (“Shut
up 'n
play yer
guitar”, “Guitar”, “Trance-Fusion”)
Extravagante
en todo, por su enorme querencia y capacidad de creación, la música
de su guitarra no admite comparación con sus iguales en la mitología
del guitarrista de Rock. Es esencialmente diferente. Su sonido es
generalmente sucio y saturado, siempre improvisado, al contrario que
el resto de su música, que iba escrita y pautada.
El
gusto por la polirritmia, casi insoportable para los miembros de su
banda. La capacidad para las armonías complejas, asfixiantes,
exóticas, difíciles para muchos de sus propios seguidores. La
generación de atmósferas de una fluidez líquida a través del uso
de sistemas modales, como el mixolidio, su preferido. El natural
sentido dramático del desarrollo, basado en una texturización de la
imagen sonora. La personal expresión de una melodía casi imposible
de encontrar -salvo en “Watermelon
in Easter Hay”-. Los
largos desarrollos, sin más límite que la inspiración del momento,
un tanto similar a las grandes parrafadas de Dylan. Todo crea el
Universo Zappa, en cuyo centro orbita su mejor y más prolífica
estrella: la Guitarra.
Guitarra,
o mejor guitarras, porque fueron varias, según los años y las
giras, casi siempre los modelos más clásicos: Fender Telecaster y
Stratocaster, Gibson SG y Gibson Les Paul, cada vez más
personalizadas, en pastillas, cuerdas, trastes, y todo un surtido de
efectos de sonido externos.
La
explosión generatriz llegó en el 69, con su legendario álbum “Hot
Rats”; uno de los
discos más inclasificables que conozco, y sin embargo referencial
para futuros desarrollos estilísticos en multitud de músicos. Una
obra seminal, que se dice, y volvemos a origen. En su interior
encontramos uno de sus solos más poderoso, un torbellino eléctrico:
“Willie the Pimp”
(vídeo
Keraban Rocha)
Al
otro lado del espejo -su lectura más cristalina, melódica y
estructurada- está “Watermelon
in Easter Hay”, en la
cual llega a insertar, en su habitual estilo, un solo
dentro del solo: el supersolo.
Sí, “Joe's Garage”
(1979) fue un gran
álbum.
(vídeo
Steven Spencer)
A
pesar de que en su última época le fue claramente infiel, con el
Synclavier, para muchos de nosotros, entusiastas de su Música, Zappa
fue y seguirá siendo un enorme bigote detrás de un mástil
enhiesto, como un capitán de navío oteando en busca de aguas
inexploradas.
2 comentarios:
intensos amores los de Zappa...
besos, barbazul
no hay arte sin pasión!
bicos, pfp
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