Pocos escritores, y
cuando digo pocos debiera decir ninguno, han podido superar a Marcel
Proust en la capacidad para expresar emociones a través de la
paleta de palabras; estamos evocando En Busca del Tiempo
Perdido y a su protagonista Charles Swann.
Emociones aprehendidas a
través de los sentidos, un placer sensual por tanto, que se
convierten en un ideal estético que trae al presente el pasado, y se
proyecta sin límites temporales, a través del propio ser,
convirtiéndose sin saberlo siquiera en alguien distinto.
Sentidos como el gusto,
en el asunto “magdalena”, o la vista, como los campanarios de Martinville, son un buen ejemplo de evocación temporal. Pero el
clímax sensorial llega a través de una pequeña frase musical,
surgida de una Sonata para piano y violín escuchada en el salón de Mme. Verdurin, que se convierte en la
banda sonora de la novela, centro y atención de su amor por Odette
de Crécy. Viene y va, etérea como su materia, a través de toda la
obra para recobrar el tiempo, haciéndolo desaparecer.
Nunca ha quedado claro,
ni siquiera en la correspondencia del escritor, cuál es la fuente musical y
el nombre real del personaje ficticio de Vinteuil. Wagner, Schubert,
Saint Saëns, Hahn… ? creo que todavía sigue en cabeza la opción
Franck: César Franck y su Sonata para violín y piano
en la mayor. Una cumbre, un soporte y la evolución de la música de cámara
francesa del XIX; esta Sonata cíclica y cuatripartita (Allegro ben moderato - Allegro - Recitativo Fantasia - Allegro poco mosso) es sin duda el lugar más adecuado para buscar la frase proustiana.
Pero mejor me callo ya,
y dejo hablar al genio:
“Le gustó mucho ver cómo de pronto, por bajo la línea del
violín, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como en líquido
tumulto, la masa de la parte del piano, multiforme, indivisa, plana y
entrecortada, igual que la parda agitación de las olas, hechizada y bemolada
por la luz de la luna. Pero en un momento dado, sin poder distinguir claramente
un contorno, ni dar un nombre a lo que le agradaba, seducido de golpe, quiso
coger una frase o una armonía. No sabía exactamente qué era lo que, al pasar,
le ensanchó el alma, lo mismo que algunos perfumes de rosa que rondan por la
húmeda atmósfera de la noche tienen la virtud de dilatarnos la nariz. Quizá por
no saber música le fue posible sentir una impresión tan confusa, una impresión
de esas que acaso son las únicas puramente musicales, concentradas,
absolutamente originales e irreductibles a otro orden cualquiera de
impresiones.”
“Y así, apenas expiró la deliciosa sensación de Swann, su
memoria le ofreció, acto continuo, una trascripción sumaria y provisional de la
frase, pero en la que tuvo los ojos clavados mientras que seguía
desarrollándose la música, de tal modo, que cuando aquella impresión retornó ya
no era inaprensible. Se representaba su extensión, los grupos simétricos, su
grafía y su valor expresivo; y lo que tenía ante los ojos no era ya música
pura: era dibujo, arquitectura, pensamiento, todo lo que hace posible que nos
acordemos de la música. Aquella vez distinguió claramente una frase que se
elevó unos momentos por encima de las ondas sonoras. Y en seguida la frase esa
le brindó voluptuosidades especiales, que nunca se le ocurrieron antes de
haberla oído, que sólo ella podía inspirarle, y sintió hacia ella un amor
nuevo.”
(...)
“La frase despertaba en él la sed de una ilusión
desconocida; pero no le daba nada para saciarla. De modo que aquellas partes
del alma de Swann en donde la frasecita iba borrando la preocupación por los
intereses materiales, por las consideraciones humanas y corrientes, se quedaban
vacías, en blanco, y Swann podía inscribir en ellas el nombre de Odette. Además,
la frase infundía su misteriosa esencia en aquello que podía tener de falaz y
de pobre el afecto de Odette. Y al mirar el rostro que ponía Swann, cuando la
oía, hubiérase dicho que estaba absorbiendo un anestésico que le ensanchaba la
respiración. Y, en efecto, el placer que le proporcionaba la música, y que
pronto sería en él verdadera necesidad, se parecía en aquellos momentos al
placer que habría sentido respirando perfumes, entrando en contacto con un
mundo que no está hecho para nosotros, que nos parece informe porque no lo ven
nuestros ojos, y sin significación porque escapa a nuestra inteligencia y sólo
lo percibimos por un sentido único.”
Si les parece bien pueden hacer la búsqueda en esta versión de David Oistrakh, violín, y Svjatoslav Richter, piano:
Si les parece bien pueden hacer la búsqueda en esta versión de David Oistrakh, violín, y Svjatoslav Richter, piano:
(vídeo Wolfgang Amadé Mozart)
10 comentarios:
¿Nada de la pasión según San Mateo? Anonadado me dejas.....
Desgraciadamente, Anónimo, uno no es ubicuo! ... a cambio he puesto otro Monumento.
Hello Barbe!
Tengo leídos dos libros y medio de esta maravilla que es "À la recgerche...". Espero continuar en el verano que va entrando. Proust bajo mi laurel es casi pecado. Grande, grande, grande.
Un beso.
Hola Glòria, feliz regreso!
À la Recherche, es un amigo para toda la vida...
Bicos.
Has traído, sin quererlo, a mi memoria el recuerdo de los días en que habitaba aquella casita en la naturaleza "donde borrar las preocupaciones materiales y las consideraciones humanas y corrientes", con la compañía, entre otras, de la gran obra de Proust, cuya bellísima banda sonora, que nos traes, tiene inevitablemente para mi un halo de tristeza, pero la belleza es belleza siempre y se queda ya unida en mi memoria a aquellos bellos recuerdos. Gracias Arturo.
También me parece muy adecuada para acompañar la lectura de tus poemas. Tienen ambos la misma emoción.
Era el gran Baudelaire quien no concebía la Belleza donde no hay dolor. Modestamente, comparto su impresión.
Un beso emotivo, Conchita.
necesitamos de la música, se necesita de la ficción para seguir siendo, aun en lo perdido...
tal vez sea el único modo de encontrarnos!
un beso, pfp
Aviso a navegantes:
http://allofbach.com/en/
He dicho.
Todo Bach nunca es suficiente!
He dicho.
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