A Venezia!
En ocasiones, más de vez en vez que de cuando en cuando, tu mente se vuelve insólitamente transparente y, de manera inmediata, te haces consciente de que estás ante un evento extraordinario, de la máxima precisión y exactitud: ante la Excelencia (Musical).
Las descargas placenteras no admiten dudas; las procesas y piensas ¡diosmío, esta vez sí!
Esas, y no otras, eran mis sensaciones, ya a partir del cuarto compás de la primera obra que Il Giardino Armonico interpretó en el tercer concierto de enjundia del Via Stellae-2011. Un concierto, como su nombre indicaba, dedicado a la escuela barroca veneciana, con profusión de nombres y palos.
Amigos, todo comenzó en la cuerda ¡qué cuerda! … de tripa. Enrico Onofri, decenas de kilos más delgado, lideraba los dos violines, la viola, el violonchelo, el contrabajo y el laúd, más clave. Era una suavidad con drama, como una caricia con pasión. Pocas veces el sonido estuvo tan cerca de la música; las voces instrumentales se deslizaban arriba y abajo, con o sin arco, con tal brillo y sustancia que producía ceguera por fulgor; ese fulgor de oro y sol que solo en Venecia se reconoce.
En los momentos cumbre del concierto, entraba el flautín de Giovanni Antonini, cual pajarillo, libre y animado, emancipado y lozano, para evocar al sin par Vivaldi: gorjeo orgiástico, de ese que no quieres que termine, de ese que te deja culpable de no sé qué transgresión, por acceder a algo improbable y tal vez prohibido.
Los nombres y la obras se iban desgranando, en una audición de embeleso: Dario Castello, Tarquinio Merula, Giovanni Legrenzi, Baldassarre Galuppi, y el sin par … Sonate, Canzone, Concerti, Ciaccona …
Reconozco mi debilidad, ya antigua, por el grupo italiano así que les invito a que hagan la prueba, por ejemplo con la Ciaccona para dos violines y bajo continuo de Merula (1637):
(vídeo paulviejo)
Lo dicho: la Excelencia en forma de Jardín...
5 comentarios:
Me gusta mucho, muchísimo este jardín.
La guirnalda de sonidos generosos, precisos, esos que embriagan y envuelven placidamente y complacen al alma, ávida de sensaciones distintas, únicas, que perdurarán en el recuerdo.
Gracias, Barbebleue.
He cerrado los ojos, he escuchado y he sentido como el jardín giraba a mi alrededor.
Precioso, Barbe!
¡Qué sería de un Castillo sin Jardín...!
Besos, Josefina. Besos, Glòria.
mi router no me deja escuchar la música de tu Castillo,... -en vez de jardín me encuentro un foso insalvable con cocodrilos-
jajaja... no será el router el que tiene cocodrilos.
prueba a invertir los prismáticos.
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