jueves, 17 de febrero de 2011

Laudate pueri, RV 602

Vuelve Antonio Vivaldi al Castillo; no con sus maravillosos Concerti, que no son siempre el mismo como difaman los antivivaldianos, ni con sus extraordinarias Óperas, en plena ebullición discográfica. Vuelve con otra de las columnas que sostienen su legado musical: la Música Sacra (que para eso era cura, aunque rojo)
.
La mayor parte de su producción sacra (más de cincuenta obras) fue escrita para el Ospedale della Pietà entre 1713 y 1719, años en los que dicha institución estuvo sin Maestro di Coro titular. Una suerte para los vivaldianos pues la producción periódica para dicho Centro fue encargada, en gran parte, a Don Antonio, quien llenó el vacío de titularidad con una obra variada, rica, amena, solemne pero nada eclesiástica, buscando la sacralidad en la alegría y la felicidad; emotiva y luminosa como todo su opus.

Laudate pueri RV 602 para dos sopranos, coro, doble orquesta de cuerda y oboe, y doble continuo en La Mayor, es una obra que corresponde a este período; basado en el Salmo 112, se trata de un gran da capo. Un buen ejemplo de vitalidad, claridad y luz, una pieza soleada; sagrado en el sentido más secular ¡toma ya!.

Sus cuatro primeros números:

- Laudate pueri: comienza con las dos orquestas en eco que introducen a las dos sopranos respondiéndose; presentando hacia el final el tema principal – sit nomen Domini- en el precioso coro homofónico, que dará continuidad a toda la obra, a modo de Antífona.

- A solis ortu: la soprano nos canta al amanecer en el más puro contrapunto y el mayor virtuosismo; el momento solar.

- Excelsus super omnes: unido al Quis sicut Dominus, es el punto cenital del Salmo. La solemnidad de su dulzura melódica se realza sobre un ritmo de barcarola. Puro Vivaldi, pura Venecia...

Ahora vamos a escucharlos en dos versiones tan diferentes como bellas:

La primera, plenamente historicista, con instrumentos barrocos:
Carolyn Sampson (soprano I)
Joanne Lunn (soprano II)
The King's Consort
Robert King


vídeo RachelPortman
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La segunda, clasicista, no diría yo romántica, con cuerdas modernas:
Margaret Marshall (soprano I)
Felicity Lott (soprano II)
John Alldis Choir
English Chamber Orchestra
Vittorio Negri


vídeo Babebleuei

6 comentarios:

Josefina dijo...

Las dos versiones son bellísimas.
La primera tal vez me llega más dulce y serena, la segunda es una pura exhortación de alabanza festiva.
Preciosa música sacra-secular.

Gracias como siempre, Barbebleue.

Barbebleue dijo...

Tal vez esa primera resulte más emotiva y expresiva...

Un beso, Josefina.

Anónimo dijo...

Desconfiada asomó la cara al rastrillo la monja tornera, mudándosele la cara de gozo al ver el semblante del Pelirrojo: -“¡Oh divina sorpresa, maestro¡” Y chirriaron las bisagras del portillo y entraron los cinco en el “Ospedale della Pieta”, todo en sombras, en cuyos largos corredores resonaban a ratos, como traídos por una brisa tornadiza, los ruidos lejanos del carnaval. –“¡Divina sorpresa¡” –repetía la monja, encendiendo las luces de la gran Sala de Música que , con sus mármoles, molduras y guirnaldas, con sus muchas sillas, cortinas y dorados, sus alfombras, sus pinturas de bíblico asunto, era algo como un teatro sin escenario o una iglesia de pocos altares, en ambiente a la vez conventual y mundano, ostentoso y secreto. Al fondo, allá donde una cúpula se ahuecaba en sombras, las velas y las lámparas iban estirando los reflejos de altos tubos de órgano, escoltados por los tubos menores de las voces celestiales. Y preguntábanse Montezumas y Filomeno a qué habían venido a semejante lugar, en vez de haberse buscado la juerga a donde hubiese hembras y copas, cuando dos, cinco, diez, veinte figuras claras empezaron a salir de las sombras de la derecha y de las penumbras de la izquierda, rodeando el hábito del fraile Antonio con las graciosas blancuras de sus camisas de olán, batas de cuarto, dormilonas y gorros de encaje. Y llegaban otras, y otras más, aun soñolientas y emperazadas al entrar, pero pronto piadoras y alborozadas, girando en torno de los visitantes nocturnos, sopesando los collares de Montezuma, y mirando al negro, sobre todo, a quien pellizcaban las mejillas para ver si no eran de máscara. Y llegaban otras, y otras más, trayendo perfume en las cabelleras, flores en los escotes, zapatillas bordadas, hasta que la nave se llenó de caras jóvenes -¡por fin caras sin antifaces¡-, reidoras, iluminadas por la sorpresa, y que se alegraron más aún cuando de las despensas empezaron a traerse jarras de sangría y aguamiel, vinos de España, licores de frambuesa y ciruela mirabel. El Maestro –pues así lo llamaban todas- hacía las presentaciones: Pierina del violino… Cattarina del cornetto… Bettina de la viola… Bianca María organista… Margherita del arpa doppia… Giuseppina del chitarrone… Claudia del flautino…Lucieta della tromba…

del "laudate" de don Antonio al "Concierto Barroco" de don Alejo Carpentier... no he podido reistirme... besos

pilar

Barbebleue dijo...

no se resista, pfp; está usted en su casa, digo en su castillo... o mejor, en ese Ospedale tan musical.

Titus dijo...

Yo también me quedo con la primera versión, Vivaldi gana mucho con las aproximaciones historicistas. Otros compositores, como Bach, aguantan el tirón clasicista o romántico sin problemas, aunque no sea lo correcto.

Barbebleue dijo...

Más que de corrección hablaría de adecuación a la interpretación original. Sin duda muchas partituras barrocas ganan expresividad con tempi, dinámicas, ataques, sonidos, ligereza, retórica... más acorde con la realidad para la que fueron creadas, y ejecutadas.
El gran Bach está por encima de todo eso... en realidad lo aguanta todo.