sábado, 17 de abril de 2010

Cecilia Bartoli: Da Capo ambivalente

Dos vidas, dos Artes.
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Recurro al título del tercer concurso pequeño formato para enfatizar la dualidad emotiva y artística que me produjo el último concierto del Xacobeo Classics. La muy mediática Cecilia Bartoli estuvo en SdC presentando su última grabación, Sacrificium, dedicado a los castrati del XVIII, donde la maestría en el uso del Da Capo nos define la calidad de los compositores.
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Una cantante de primera fila cuya voz alcanza casi en plenitud hasta la decimoquinta del patio de butacas, dejando, eso sí, una sensación de dificultad en la emisión, pero con unas cualidades limpias, hermosas y generosas por arriba, y más desestructuradas y heterogéneas según baja la tesitura. No seré yo quién arroje luz sobre la definición vocal de la romana, pues ni los expertos se ponen de acuerdo: ¿mezzo? ¿soprano ancha? Categorías para entendernos, pero sin las que podemos sobrevivir.
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La Bartoli se disocia en función de la pieza a atacar, aún permaneciendo en el universo del tardobarroco; asciende hasta la sublimidad o permanece en la vulgaridad. Se disgrega en dos personalidades diferentes, cuando no opuestas o enfrentadas, dejando en el aire una sensación ambivalente.
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Su Gran Arte reside, en contra de su fama, en el canto spianato, en los affetti patéticos: las arias lentas y mórbidas, cuando su voz se torna redonda; el legato resulta embriagador; el fraseo, ensoñador; el fiato, infinito… Así su desolador “Parto, ti lascio o cara” de Nicolò Porpora (1686-1768) me produjo escalofríos de placer, al extraer toda la emoción de esa música maravillosa:
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La otra, la cantante de agilidad de técnica dudosa, la efectista dueña de trinos, saltos y demás ornamentaciones, la pirotécnica, me resulta más fría, rozando el aburrimiento y el empalago, también menos emotiva y por tanto menos musical. Tal vez más atractiva para el público que abarrotaba el Auditorio atraído por el marketing, pero claramente más artesana que artista.
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Estuvo acompañada por la excelente orquesta historicista de Zurich, La Scintilla, con su concertino Ada Pesch al frente, que nos dejaron entre otras una preciosa Obertura n.6 de FM Veracini (1690-1768). Un conjunto de hermoso sonido, muy cuidado y contenido; tal vez en las antípodas de los excelentes y excesivos Il Giardino Armonico, grupo que la acompañó en la grabación, y que tan bien concierta con la diva.
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Un vaivén agitado entre la sublimidad del lamento y la vulgaridad del exceso: tal cual los estertores mortales del Barroco.
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Dos caras, dos Emociones.
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En plena concordancia con la disociación, yo mismo fui trasladado al recital que casi un año antes nos ofreció Philippe Jaroussky con un repertorio similar. Escuchemos la increíble y lánguida aria de Geminiano Giacomelli (c1692-1740) “Sposa, non mi conoci” interpretada por ambos artistas; un bonito ejercicio comparativo.
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Bartoli
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Jaroussky

6 comentarios:

Titus dijo...

Estoy de acuerdo a medias. A mí también me gustó más cuando la ví, en otra gira y con otro repertorio, en el canto spianato. Pero no diría que su vertiginoso canto de agilidades y coloraturas sea vulgar por dos razones: Una, que es fiel a la partitura, con lo que los vulgares serían, en todo caso, quienes las compusieron (no es esta mi opinión). Dos: que su interpretación es la adecuada al estilo y su técnica, si bien en directo no suena tan limpia como en disco, sigue estando a un nivel mucho más alto que el de la mayoría de cantantes que se adentran en este repertorio.

maac dijo...

"Su Gran Arte reside, en contra de su fama, en el canto spianato, en los affetti patéticos: las arias lentas y mórbidas, cuando su voz se torna redonda; el legato resulta embriagador; el fraseo, ensoñador; el fiato, infinito… "

Suscribo totalmente. Sin olvidar dos cosas: que su técnica en las agilidades, como ha apuntado Titus, aunque particularísima, es extraordinaria y que ella comenzó a hacerse justamente famosa como intérprete rossiniana -durante un tiempo se la consideró la sucesora de Berganza o Horne-, es decir, en el belcanto, que parece que nadie se acuerda. Ën directo, aunque en ocasiones pueda rozar la vulgaridad, es totalmente cautivadora, sólo la he escuchado una vez y su arte me pareció pura magia. Vamos, que estoy totalmente convertido al bartolianismo.
Respecto a la interpretación de "Sposa non mi conosci" sólo decir que está cantada con extrema emotividad y exquisito gusto, sólo acudiendo a una causa patológica logro comprender que haya aficionados que no le reconozcan ni un solo mérito, que los hay, por increíble que parezca.

GLÒRIA dijo...

Yo no soy bartolina total pero me gusta reconocerle el trabajo y aplaudirle lo que gusta. Sposa no mi conosce es una de sus más intimistas y bellas creaciones. Siempre la prefiero en esta línea más discreta que cuando suelta la coloratura.
Le deseo éxito y que sus seguidores lo disfrutéis. A mi, algo me llegará.

Joaquim dijo...

Yo soy un Bartoliano crítico,m pero absolutamente rendido a la cantante (ahora ya no me atrevo a adjetivarla en una cuerda concreta).
Cualquier momento como este "Sposa, non mi conosci" valen por todos aquellos que sus peculiares y histriónicamente vertiginosos prodigios vocales, nos martillean de manera absolutamente sorprendente. Esa capacidad de admirar y sorprender a los auditorios, seguramente era práctica habitual en ese período histórico donde ella se encuentra tan cómoda y quizás la mayoría de los divos del momento, hoy no los podríamos soportar más de lo que hoy "soportamos" a la vertiginosa y prodigiosa romana.
Aun con demostraciones de gusto dudoso como su ya legendario contrabandiGta a la cabeza, la Bartoli ha contribuido con su arte a extasiarnos en la belleza, cosa harto difícil en un panorama tan adocenado como superficial y donde ella a pesar de sus benditos excesos, ha creado una isla, muy asediada por colegas que van a remolque, de expectación ante cada nueva actuación, disco o repertorio ignoto que decide abordar.
En cuanto a la inevitable comparación que nos propones, tengo que admirar en Jaroussky algo en lo que compite con Bartoli, esa expresividad intensa, acompañada de la exquisita sensibilidad musical, pero me resulta imposible comparar el color vocal de una frente al otro. Con el color cálido e intenso de la Bartoli, para mi gusto no puede competir las hirientes sonoridades craneales del divino Jaroussky.

carmen dijo...

En primer lugar agradecerte un post tan elaborado y tan interesante.

Creo que básicamente todos coincidimos en la irregularidad de Bartolí, que nos lleva -quizá en más ocasiones de las que debiera- de la excelencia a la vulgaridad.

Coincido contigo y con Maac, en que no es la pirotécnica Bartoli la que más me conmueve. Aunque reconozco que, sus a veces juegos infernales de coloraturas, le suelen dar la ocasión de hacer un alarde y derroche de técnica impecable, sorprendente siempre.

Comparto vuestra opinión, y siento que es precisamente en esas arias privadas de exceso, donde su voz despliega todas sus excepcionales cualidades, donde su precioso color, su elegante fraseo nos hacen percibirla como mágicamente redonda y, eso, me entusiasma.

Me sería absolutamente imposible elegir entre Bartolí y Jaroussky. El acompañamiento orquestal en la versión de él -Jaroussky- es el no va más del buen gusto, en mi modesta opinión. Ahora bien, aquí la Bartolí da una lección de maestría y elegancia ¿No he dicho nada, verdad? Pues si, esta claro que sigo dando argumentos sobre la misma idea: mi imposibilidad de elegir; son dos formas igual de magistrales.

Quizá el Barroco, sea la época musical en la que con más intensidad se exploraron las posibilidades y recursos de voces e instrumentos. Puede que toda investigación, inevitablemente conduzca al exceso. No sé, no deja de ser una opinión personal muy "lineal" y subjetiva.

Sin duda tú lo has expresado con mayor acierto, y como hoy parece que todos te citamos termino haciéndolo y agradeciéndote de nuevo tu tiempo.

"Un vaivén agitado entre la sublimidad del lamento y la vulgaridad del exceso: tal cual los estertores mortales del Barroco"

Barbebleue dijo...

Está claro que la Bartoli polariza a los aficionados, casi tanto como Domingo. Como casi siempre la virtud está en el medio; yo ahí me quedo.

Titus, no estoy muy seguro de que su técnica sea la más adecuada al estilo, sobretodo cuando su vocalidad se vuelve mate e ininteligible.

Maac, te cito y te suscribo: "...su técnica en las agilidades aunque particularísima,..." "...aunque en ocasiones pueda rozar la vulgaridad..." No me voy a repetir

Gloria, no podemos estar más de acuerdo... algo nos llega.

Joaquim, al dudoso gusto me estaba refiriendo, y aunque en color no hay color, la heterogeneidad de su emisión lastran algunos momentos, frente a la limpieza y frescura del para nada hiriente Jaroussky.

Assai, para nada hay que elegir, tan solo comparar como medio de aprendizaje. Retomemos la "y". Por lo demás estamos absolutamente de acuerdo.

Gracias a todos.