Juan
Crisóstomo de Arriaga y Balzola (1806-1826) murió en París sin
llegar a cumplir los veinte años de edad. La comparación con el
genio austríaco se soporta en el hecho de la precocidad creativa y
la altura artística del músico vasco. Siendo de Bilbao, incluso me
parece poco…
Sus
primeros y tiernos pasos fueron de la mano de su padre, Juan Simón,
quien convertido en adinerado comerciante, había sido
organista en la iglesia de Berriatua. Al talento natural del niño
bien pronto la docencia en Bilbao le quedó pequeña, así que
animado por renombrados artistas musicales parisinos, entre ellos el
famoso tenor Manuel García, a los quince años se marchó a vivir a
la capital francesa, de donde no volvería jamás.
En
el Conservatorio parisino estudió con Baillot, Fétis y Cherubini.
Su talento y capacidad de aprendizaje, especialmente en la
composición, pronto le convirtieron en profesor y maestro repetidor.
La muerte, parece ser que por tuberculosis, truncó demasiado pronto
una más que prometedora carrera. Su disperso legado fue reunido por
su sobrino-nieto Emiliano, quien llegó a abrir un Museo con su
nombre; con el tiempo también tendría todo un Teatro, el Arriaga de
Bilbao, el coliseo de la ópera.
Merced
a su precocidad, y a pesar de la dispersión, nos han llegado
variadas obras de su genio. Desde fragmentos de su ópera Los
Esclavos Felices, una Sinfonía para Gran Orquesta, Variaciones para
Orquesta, diversas obras sacras y especialmente sus Tres Cuartetos de
Cuerda, única obra editada, escritos en 1823 y dedicados a su padre.
Los
Cuartetos son claro ejemplo del estilo del compositor: equilibrio
clásico que remite a Haydn, dominio de la forma y la expresividad mozartianos,
vuelo prerromántico en sus desarrollos y dinámicas, al gusto de Beethoven. Posiblemente
sea en los tres movimientos lentos de los tres Cuartetos donde ahonda
más su capacidad expresiva.
Sobre
ellos dejó escrito su profesor Fétis: “Es imposible imaginar algo
más original, más elegante, más puramente escrito que estos
Cuartetos, que no son suficientemente conocidos. Cada vez que eran
ejecutados por su joven autor, excitaba la admiración de los
oyentes.”
Escuchemos
el Andante con variazioni
del segundo Cuarteto en
La mayor, donde nos muestra a las claras el dominio del lenguaje con
un género que Brahms llevará a su cima: la variación. El ensoñador
y sencillo tema es tratado de manera abiertamente amplia, en cinco
variaciones incluyendo el pizzicato.
(vídeo
Ma Kai Tung)
El
Presto agitato
que cierra el tercer Cuarteto en Mi bemol mayor, tal vez el más
completo, nos remite a Beethoven y al nuevo estilo que comenzaba a
nacer con el nuevo siglo.
(vídeo
CuartetoQuiroga)
2 comentarios:
Le haces justicia con tus sabias palabras. Es maravilloso. Había escuchado alguna cosa y hoy lo saboro más y mejor. La vejez.
La vejez de este chico sí que hubiese sido sabia.
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