MET 2009
Si todo ser vivo teme a la Muerte, su anti-yo, ¿qué se puede
decir de la muerte en vida? La
aniquilación con latido; la desaparición con consciencia.
Leos Janácek, el señor que congelaba las cuerdas altas,
trabajó durante los últimos meses de su vida (1928) exclusivamente sobre esa
temática componiendo la que sería su última y genial ópera: Z
Mrtvého Domu “Desde la Casa de
los Muertos”
Tomando como base una novela autobiográfica, un documento
humano en ruso, de F. Dostoyevski, Recuerdos desde la
Casa de los Muertos, escribió personalmente un libreto en checo, muy
lacónico, sobre un auténtico campo de concentración y aniquilamiento: una
colonia penitenciaria en Siberia. En el más extremo medio de Soledad y
Aislamiento, se produce la auténtica muerte en vida, la opresión, la tortura,
la reclusión, la indiferencia; surgiendo como único consuelo y escapatoria, la
locura y, por último, felizmente la muerte real. Profunda expresividad que busca la
empatía del oyente.
En la obra no hay acción, no hay historia, es la antítesis
del drama, la anti-ópera; sencillamente, situados en un medio intemporal, hay
pasajes, relatos, historias de cada muerto. Cada uno de los personajes tiene su
momento de gloria, de vida, enmarcados entre la llegada y partida del noble Alexander
Petrovich Goryanchikov, preso político, y del águila herida, símbolo de
libertad. Tan solo la Pantomima del día festivo del segundo acto introduce la
sociabilidad que precisa la humanidad.
La música, muy rica en tímbrica, se contagia de la historia; Janácek
se condensa, se vuelve más y más conciso y expresivo, manteniendo un alto grado
de refinamiento. Concentra disonancias de la frontera asonante con melodías
populares. Con una orquestación brillante y reducida, casi figurativa, describe
el “testimonio de los locos” bajando
desde la vida social de las cuerdas y la tortura en las maderas, hasta la
demencia en los metales y la muerte en la percusión, incluyendo el arrastre de
cadenas. La partitura, con su carga de dureza y frialdad, es capaz de expresar
violencia pero también lirismo. La vocalidad del canto recitado ennoblece a los
personajes en su emotividad; todos son masculinos salvo el joven Alyeya, el cual permite un guiño a la voz más aguda para la representación de la pureza
(Kamila?)
Contemporánea, y de algún modo equivalente al Wozzeck de
Berg, Janácek mira sin embargo hacia el mundo eslavo: Tolstoi, Dostoyevski,
Mussorgsky… En sus últimas cartas a Kamila Stösslová, narra el
proceso creativo, que finalmente concluye con su propia muerte, y escribe las
últimas correcciones a través de su propia mano.
Tres Actos, breves, cada uno con la historia de algún preso,
un acto social festivo en su parte central, todo desarrollado entre la llegada
y tortura del noble Petrovic y su partida libre. En el penal, todo se queda
inalterado e inalterable.
Así comienza la obra:
(vídeo CzarDodon)
2 comentarios:
El burgués que lee "Crimen y Castigo" y que echado en el sofá extrae un agradable escalofrío de este mundo fantasmagórico, no es el verdadero lector de este escritor, tan poco como el erudito y sabio que admira la psicología de sus novelas y escribe buenos ensayos sobre su visión del mundo. Tenemos que leer a Dostoievski cuando nos sentimos afligidos, cuando hemos sufrido hasta el límite de nuestra capacidad de sufrimiento y cuando sentimos la vida como una sola herida ardiente abrasadora, cuando respiramos desesperación y hemos padecido muertes de desesperanza. Entonces, cuando miramos desde la miseria la vida, solitarios y paralizados, y ya no comprendemos en su crueldad salvaje y hermosa, y ya no queremos nada de ella, entonces estamos abiertos a la música de este poeta terrible y espléndido. [...]
Dostoievski y el mal.
Hermann Hesse
parece que Janácek, si supo leer a Dostoievski¡
magníficos escritos,pfp... para después de un otoño.
Janácek lo leyó, lo entendió y lo sublimó!
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