La
correspondencia de un autor, aún aquella marcadamente profesional, suele ser
muy elocuente respecto al pensamiento profundo que envuelve a una obra y sobre el
proceso creativo que la rodea.
Camille Saint-Saëns (1835-1921) escribía el 16 de
marzo de 1905 a
su editor Durand a propósito de su Segunda Sonata para violonchelo y piano en Fa mayor op.123: “Estoy con el Finale, que es la cuarta
parte de este cuadrúpedo (…) La tercera es una Romaza Adagio que hará la
delicia de los violonchelistas; no tanto como Le Cygne, porque es, como bien
imaginaréis, un poco más seria (…)”
Dos
días más tarde, en una nueva carta a Durand, escribía: “¡Por fin ya está terminada esta maldita Sonata! Gustará, no gustará?
That is the question. Es lo suficientemente complicada sin serlo demasiado (…)
La Romaza Adagio provocará lágrimas en las almas sensibles (…)”
(video hiro
nyanko)
Le
Cygne (El Cisne) al que se refería Saint-Saëns es la célebre página de su suite
para orquesta Le Carnaval des Animaux, en su transcripción para violonchelo y
piano:
7 comentarios:
Por supuesto asoman las lágrimas, a mi con El Cisne, siempre. ¿Qué tendrá? Embrujo.
Agradable té esta tarde con tu oferta musical. Un abrazo
Ensoñadora melodía aparte, el violonchelo es un instrumento muy lacrimoso; por eso lo adoro...
Un beso y un té, Conchita.
Fundirme en el abrazo misterioso de esta melodía y dejar de soñar para ser un solo sentimiento y un único latir sin tiempo y sin espacio... eternidad.
Gracias, Barbebleue, gracias por este alimento del alma cansada pero abierta a la belleza siempre.
Un beso lleno de amor para ti También para Esdedesear, tanto tiempo pasado...
Por intensa y efímera, la Música es el sueño del sentimiento.
Un beso eterno, Josefina.
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