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Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.
Wislawa Szymborska –Despedida de un paisaje-
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Uno de los grandes renovadores de la gran escuela musical polaca a comienzos del siglo XX, miembro del grupo Joven Polonia, fue Karol Szymanowski (1882-1937)
Precoz y dotadísimo compositor, dueño de una personalísima armonía, en cuya obra podemos rastrear diversas y cronológicas influencias: desde una primera etapa, post-romántica, deudora de Wagner y R. Strauss; una segunda fase simbolista e impresionista, influida por Debussy; hasta un retorno a valores nacionalistas basados en un folclore popular. A esta tercera y última fase pertenece su magnífica Sinfonía Concertante para piano y orquesta op. 60, compuesta en 1932 y dedicada a su mentor Artur Rubinstein.
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El auge y valoración de la obra del compositor, recordemos los recientes y exitosos montajes de su ópera Krol Roger en el GTL y TR, nos sirve hoy de excusa para presentar una flamante interpretación de su Sinfonía Concertante (27 de enero de 2012 Herkulessaal, Munich) bajo la batuta del granadino Pablo Heras-Casado, más que una promesa de la dirección orquestal española. Tras su afortunada incursión en el podio de la Filarmónica de Berlin, ahora nos llega al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, con Emanuel Ax al piano, en una lectura de impetuosa tensión y briosa dinámica, dejando la piel en cada arista. Escuchemos el segundo de sus tres movimientos:
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2. Andante molto sostenuto: un piano ostinato acoge un delicado diálogo melódico entre flauta y viola, el cual, tras unas figuraciones del solista, introduce un solo de violín que encadena un formidable crescendo en el tutti; un clímax que se relaja y evapora en delicados timbres cristalinos, avanzados por la flauta y sonorizados en el marfil:
.(vídeo Barbebleuei)
4 comentarios:
Una se queda con ganas de escuchar más, de más.
Gracias, Barbebleue.
Quería desunir la vida,
quería compartir la muerte con la muerte,
entregar mi corazón vacío a la vida
borrarlo todo, que no hubiera ni vidrio ni vaho...
Nada delante, nada detrás, nada entero.
Había eliminado el hielo de las manos juntas,
había eliminado la osamenta invernal
del voto de vivir que se anula.
Tú viniste y se reanimó el fuego,
cedió la sombra, el frío,
aquí abajo se llenó de estrellas
y se cubrió la tierra.
De tu carne clara me sentí ligero...
Viniste, la soledad fue vencida,
tuve una guía sobre la tierra y supe
dirigirme, me sabía sin medida,
adelantando tierra y espacio
disculpa barbazul que le ponga verso de Paul Eluard a esta preciosa música...
Y uno siempre cree, erróneamente, que es suficiente, Anderea...
cómo disculpar la plenitud, pilar!
en palabras del maestro Éluard:
"Amor que vela lo que yo amo"
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