Era agosto avanzado, ese agosto que quema el verde y encoge los días. Ese agosto de nordeste afilado, que te mantiene en el interior pegado a la ventana. Hacía rato que el sol había llegado a su ocaso, como un dios. También el pintor de bóvedas del oeste había dejado su adelanto del día siguiente. Sin aviso pero con cita, emergían en un cielo de hegemonía azul, dos luminarias.
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Dos astros de belleza prestada, de luz robada. Selene creciente, filiforme, musulmana, dolorida de ese gran bocado terrestre. Próximo, un punto exultante, soberbio: Venus monocular.
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Exhibiéndose ufanos, parecían dialogar, y como una pareja antigua y vanidosa, discutir, discrepar, pelear: aburrirse en suma. Por un momento diríase que habría batalla, me mantuve atento; pero no, enseguida la luna cedió, y comenzó su derrota hacia el sudoeste, lentamente como un velero sin gobierno ni lonas. Apagado su esplendor inicial se teñía de una opacidad rubra, mitad ira, mitad vergüenza, y partía tras su fuente, señor y hermano.
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El lucero vespertino, henchido, brillaba como nunca, triunfante. Más en cuanto la línea inasible se la hubo engullido a ella, castigo hemisférico, el planeta emuló su rumbo entre estertores de fulgor; con sideral calma rastreaba a su víctima y cómplice, empujado desde el norte por la doble uve de Casiopea.
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Entre la tinta china, ahora reinaban las dueñas de luz propia; ávidamente dirigí la mirada hacia el sur, buscando a mi querida Antares, la roja. Allí estaba su centelleo evidente, en su derrota veraniega, sobre la cabeza del Escorpión, atemorizando al mismísimo cazador, Orión.
Mientras, en el cálido interior, profesando el Quadrivium, sonaban en el órgano la infinitud contrapuntística y la cósmica polifonía de los Corales Schübler del gran hacedor JS Bach.
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Aún emocionado, la Belleza me hizo sentir pequeño, intrascendente… dichoso.
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Dos astros de belleza prestada, de luz robada. Selene creciente, filiforme, musulmana, dolorida de ese gran bocado terrestre. Próximo, un punto exultante, soberbio: Venus monocular.
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Exhibiéndose ufanos, parecían dialogar, y como una pareja antigua y vanidosa, discutir, discrepar, pelear: aburrirse en suma. Por un momento diríase que habría batalla, me mantuve atento; pero no, enseguida la luna cedió, y comenzó su derrota hacia el sudoeste, lentamente como un velero sin gobierno ni lonas. Apagado su esplendor inicial se teñía de una opacidad rubra, mitad ira, mitad vergüenza, y partía tras su fuente, señor y hermano.
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El lucero vespertino, henchido, brillaba como nunca, triunfante. Más en cuanto la línea inasible se la hubo engullido a ella, castigo hemisférico, el planeta emuló su rumbo entre estertores de fulgor; con sideral calma rastreaba a su víctima y cómplice, empujado desde el norte por la doble uve de Casiopea.
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Entre la tinta china, ahora reinaban las dueñas de luz propia; ávidamente dirigí la mirada hacia el sur, buscando a mi querida Antares, la roja. Allí estaba su centelleo evidente, en su derrota veraniega, sobre la cabeza del Escorpión, atemorizando al mismísimo cazador, Orión.
Mientras, en el cálido interior, profesando el Quadrivium, sonaban en el órgano la infinitud contrapuntística y la cósmica polifonía de los Corales Schübler del gran hacedor JS Bach.
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Aún emocionado, la Belleza me hizo sentir pequeño, intrascendente… dichoso.
Wachet auf, ruft uns die Stimme BWV 645 - Marie Claire Alain -
7 comentarios:
Este es un preludio coral para órgano de entre tantos que compuso mi amado JS Bach, uno de los más hermosos y de gran contenido y fuerza espiritual, que me ha emocionado profundamente.
También he compartido el precioso texto que le precede y que me invita a "despertar" ante tanta belleza.
Gracias Barbebleue.
la luna, pobre, en su eterna rutina, creciendo y decreciendo una y otra vez...acompañandonos siempre.
gran momento Barbazul, fascinante el cielo en verano, fascinante siempre JSB
gracias y besos
Emoción y fascinación... besos y gracias.
Me da una cierta envidia que tus cielos estén ausentes de contaminación lumínica y que te permitan ver con claridad a planetas y estrellas y supongo que tambien -que tambien me da envidia, claro- el que tengas la sensibilidad para contárnoslo con tanta poesia.
Los cielos que yo habito en mis veranos están tan opacos como contaminados. Ayer que hizo un día tremendo, como si el aire saliera de un secador de mano - nada mejor para un final de vacaciones, que vuelvas con ganas de volver a empezarlas- solamente pude ver una luna acadada de estrenar. En resumen, pues eso lo dicho, siempre los hay con suerte.
Supongo que tardaré un tiempo en ponerme al día de todo lo que habeis publicado en mi ausencia. De momento, a los que todavía estéis de vacaciones que las disfruteis.
Para ti mil gracias por hacerme más leve el regreso con el tiempo moroso y delicado de esta coral de tu amigo.
Bienvuelta a la luz, assai; por suerte hay cosas que nunca están de vacaciones, y que brillan por si mismas, como mi amigo.
Yo, como soy poco baquiana, me quedo con tu inspirado texto.
El verano nos está sentando bien. ¿O no?
... nadie es perfecto, Glòria; hasta el verano parece querer llamar al otoño.
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