sábado, 6 de marzo de 2010

Inacabada, no incompleta

“Aquí el Arte de la Música ha sepultado una fecunda riqueza, pero también sus esperanzas, aún más luminosas”
(Epitafio de Schubert en el cementerio de Viena)

Aseguraba Kant que la sublimidad, sobrepasando a la belleza, desborda la forma; por tanto al tender hacia la infinitud carece de final, en tiempo y en espacio. Y ahí radica su poder de agitación, de convulsión, de excitación, de temor espiritual.

Y qué mejor modelo de sublimidad que una obra de la que desconocemos todavía si fue terminada por su autor y luego perdida, o reutilizada en otras obras, o simplemente abandonada a su propia belleza inconclusa.

Hablamos, queridos lectores, de la Sinfonía n. 8 en si menor de Franz Schubert, apodada la Inacabada. Esa Sinfonía brillante, maestra, sublime, de tan sólo dos movimientos, nacida en 1822 como agradecimiento hacia la Gesellschaft der Musikfreunde de Graz, que terminó en manos de los Hüttenbrenner, de las cuales pasó a la gloria en 1865 en la batuta de Johann Herbeck.

Dos movimientos que valen todo un catálogo, donde el jovial cantabile mozartiano se aprieta al dramatismo beethoveniano, para engendrar un efímero relámpago llamado Schubert: el melodismo inacabable. ¡Cuánta verdad encierra su epitafio!

Bajo la maestra batuta de un mago, mi querido y añorado Carlos Kleiber, amplio de dinámicas y recogido de sentimientos, Espíritu libre y envoltura elegante, al frente de las cuerdas más milagrosas del mundo, la Filarmónica de Viena, disfrutemos de su primer movimiento Allegro moderato:

Entrada doliente de las cuerdas graves para enseguida presentar el primer tema en la agitación de la cuerda y la suavidad de las maderas. Más tierno y melódico aparece el segundo tema en los violonchelos para pasar a los violines, y luego ser balanceado entre todas las secciones de la cuerda, y quedar suspendido en una nota del viento-madera. El desarrollo se presenta desbocado, atormentado, con su sección central heroica en los trombones. Vuelta a la tonalidad original en la agitación de la cuerda y la nota suspendida esta vez en el viento-metal, para retomar, más hermosa que nunca, la melodía del segundo tema. La coda nos devuelve al dolor de la entrada en una tendencia a la desaparición, que es cortada por el tutti para terminar el movimiento con cuatro poderosos acordes.


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6 comentarios:

carmen dijo...

Enhorabuena, veo con asombro y con admiración que no solo Mahler fue capaz de dictarte las palabras palabras para describir su sinfonía, sino también Schubert. También me parece un hallazgo la sutil distinción entre inacabado e incompleto. Desde luego, desde este inteligente punto de vista esta sinfonía es coherente.

Tambien adoro a Kleiber a quien por fortuna pude ver dirigir en directo.

Para mi las sinfonías de Schubert están demasiado impregnadas de Beet y su lenguaje en la orquestación no es suelto, tan tan brillante como el Schubert de las canciones, o de la música de cámara, donde encuentro que despliega toda su original y, bueno, donde más me gusta. Pero, esto no deja de ser una apreciación absolutamente personal, sin ánimo de polemizar, ya sabes aquello de para gustos...

A pesar de todo esta sinfonía incabada interpretada por Kleibler es un valor absoluto y tu estupendo post lo ha puesto de relieve.

Enhorabuena y gracias!

Barbebleue dijo...

Gracias assai, y felicidades por haber visto al maestro.

Yo tampoco creo que el sinfónico sea su mejor lenguaje, pero en ocasiones logra trasladar a él todo ese original del que hablas, todo ese sentimiento melódico íntimo y expansivo, como es el caso.

pfp dijo...

aprovecho el comentario de Assai y me sumo a él, sólo que yo no he visto al maestro Kleiber...
yo que no hilo tan fino en esto de la música, me quedo con esta inacabada, que me ha parecido MARAVILLOSA y también con su Misa nº 6, el primer cd de SChubert que me compré gracias a la intervención del Castillo.

Besos Barbazul y también a Assai

Esdedesear dijo...

Si puedo definir lo sublime en la música por la tensión-emoción entre el pecho y la espalda que me produce escuchar estos fragmentos,y por la necesidad de repetirlos varias veces en esta mañana, SI, me parecen sublimes. Me gustan muchísimo. Muchas gracias y un abrazo.

Barbebleue dijo...

Pilar, haces que el Castillo parezca milagroso... Besos y gracias.

Barbebleue dijo...

Conchita ¿no será más bien el síndrome de ese señor que tenía una Cartuja? A mí también me tensiona-emociona, otro abrazo.