Aunque no siempre sea aplicable la máxima de Gracián (ya saben aquello de que lo bueno si breve, dos veces bueno), es bien cierto que cuando la belleza se concentra y depura tiende a alcanzar lo sublime, la esencia.
La miniatura es un riesgo que corre el creador, y a la vez le define y eterniza. Todos los grandes músicos han tenido esta voluntad, asumiendo el coste y recibiendo una huella imperecedera en lo más noble de los melómanos que han sido y serán.
Comenzamos este (mini)serie con las 12 Danzas Alemanas D790 de Franz Schubert (1797 - 1828), en las manos de un consumado especialista: Alfred Brendel.
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