¡Ay, tengo el presentimiento
de que la dicha del amor
ha desaparecido para siempre!
¡Nunca volveréis a mi corazón,
horas de delicia!
-Pamina-
.
Retomando la máxima de que el primer corte es el más profundo, sabemos que no hay nada comparable a la primera vez. Aún siendo limitada, insuficiente o atropellada, esa novedad suele dejar huella imborrable, pues tendemos a positivizar y mitificar los recuerdos trascendentes, que de una u otra forma nos van modelando. El ejemplo más representativo es el primer amor.
.
Algo parecido, o similar, o igual, fue mi primera Die Zauberflöte con mi primer Klemperer. (a WA Mozart ya le conocía). Guardada como un tesoro, agradecido a los hados por estrenarme con algarabía con semejante maravilla con músculo. Tal era el hechizo, que tendía a oficiar su escucha con cierta liturgia vinílica: extrayendo con mimo el negro acetato, depositando sin respirar la aguja fonocaptora sobre el microsurco, y espaciando, por precaución, su uso, suplicando al que estuviese al mando que impidiese, como fuera, el deterioro de semejante grial. No fallaba: el ciclotímico Otto Klemperer embrujaba una y otra vez la estancia; yo juraría incluso que cada vez con más intensidad, si ello era posible.
. Requerido por Walter Legge, el mandamás de EMI, para la primera Flauta Mágica en estéreo de la compañía (1964), impuso su criterio de no registrar los recitativos de la obra, pues en su consideración no eran necesarios en ausencia de representación. Peleado con el jefe, y con la orquesta Philharmonia pendiente de disolución, extrajo el mejor sonido y la más alta musicalidad de esas sesiones. Acusado de pétreo, monolítico, pesado y lento, en este registro demuestra que sin perder nada de su poderío, clarifica el ambiente sonoro, agiliza el discurso, exhibe los detalles, y presenta en todo su esplendor esta música perfecta (Klemperer dixit). Un director genial…
. Contó además con el mejor elenco de una compañía mítica: el Nicolai Gedda más lírico y atractivo, un tenor para todo; la dulcísima Pamina de la opulenta Gundula Janowitz; el atractivo y dicharachero Papageno de Walter Berry; el insondable Sarastro de Gottlob Frick… e incluso, fíjense bien, Tres Damas de auténtico superlujo: Elisabeth Schwarzkopf, Christa Ludwig y Marga Höffgen (sic). Pero donde ya todo se sublima es en la referencial interpretación de la Reina de la Noche a cargo de la añorada Lucia Popp, en la belleza excelsa de su timbre y la claridad cristalina de su sobreagudo.
.
Sirva como eficaz recuerdo e ilustración musical, única, la primera aria de la Königin, "O zitt’re nicht, mein lieber sohn!" dotada de un sobrenatural empuje en la entrada fulgurante de la orquesta, como un relámpago de amor y temor, en un crescendo a degüello, que solo podía manejar y resolver la Popp…
.de que la dicha del amor
ha desaparecido para siempre!
¡Nunca volveréis a mi corazón,
horas de delicia!
-Pamina-
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Retomando la máxima de que el primer corte es el más profundo, sabemos que no hay nada comparable a la primera vez. Aún siendo limitada, insuficiente o atropellada, esa novedad suele dejar huella imborrable, pues tendemos a positivizar y mitificar los recuerdos trascendentes, que de una u otra forma nos van modelando. El ejemplo más representativo es el primer amor.
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Algo parecido, o similar, o igual, fue mi primera Die Zauberflöte con mi primer Klemperer. (a WA Mozart ya le conocía). Guardada como un tesoro, agradecido a los hados por estrenarme con algarabía con semejante maravilla con músculo. Tal era el hechizo, que tendía a oficiar su escucha con cierta liturgia vinílica: extrayendo con mimo el negro acetato, depositando sin respirar la aguja fonocaptora sobre el microsurco, y espaciando, por precaución, su uso, suplicando al que estuviese al mando que impidiese, como fuera, el deterioro de semejante grial. No fallaba: el ciclotímico Otto Klemperer embrujaba una y otra vez la estancia; yo juraría incluso que cada vez con más intensidad, si ello era posible.
. Requerido por Walter Legge, el mandamás de EMI, para la primera Flauta Mágica en estéreo de la compañía (1964), impuso su criterio de no registrar los recitativos de la obra, pues en su consideración no eran necesarios en ausencia de representación. Peleado con el jefe, y con la orquesta Philharmonia pendiente de disolución, extrajo el mejor sonido y la más alta musicalidad de esas sesiones. Acusado de pétreo, monolítico, pesado y lento, en este registro demuestra que sin perder nada de su poderío, clarifica el ambiente sonoro, agiliza el discurso, exhibe los detalles, y presenta en todo su esplendor esta música perfecta (Klemperer dixit). Un director genial…
. Contó además con el mejor elenco de una compañía mítica: el Nicolai Gedda más lírico y atractivo, un tenor para todo; la dulcísima Pamina de la opulenta Gundula Janowitz; el atractivo y dicharachero Papageno de Walter Berry; el insondable Sarastro de Gottlob Frick… e incluso, fíjense bien, Tres Damas de auténtico superlujo: Elisabeth Schwarzkopf, Christa Ludwig y Marga Höffgen (sic). Pero donde ya todo se sublima es en la referencial interpretación de la Reina de la Noche a cargo de la añorada Lucia Popp, en la belleza excelsa de su timbre y la claridad cristalina de su sobreagudo.
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Sirva como eficaz recuerdo e ilustración musical, única, la primera aria de la Königin, "O zitt’re nicht, mein lieber sohn!" dotada de un sobrenatural empuje en la entrada fulgurante de la orquesta, como un relámpago de amor y temor, en un crescendo a degüello, que solo podía manejar y resolver la Popp…
8 comentarios:
Un buen registro, sin duda, pero para mí dista mucho de la perfección. Las acusaciones de pétreo, lento y monolítico que mencionas sobre Klemperer no están faltas de fundamento y esta grabación no hace más que confirmarlo. Y Lucia Popp, una excelente cantante y una gran Reina de la Noche, pero para mi gusto le falta ese punto de maldad que tan bien le va al personaje. Y es que la Popp era tan buena que no le salía ser la mala.
Titus, como bien dejó dicho el propio Klemperer: la perfección en la interpretación no existe, tan solo puede existir en la propia música (como es el caso). De todas formas esta serie no pretende ensalzar el mejor registro de una obra, sino aquellos que nos han conmovido por una u otra causa.
La evidente "rocosidad" de D. Otto se encuentra muy lejos de esta grabación: más bien en su legado B-B-B. Y respecto a la Königin, no olvidemos que además de mala, era madre...
Me ha conmovido esta música eterna e interpreto el imborrable recuerdo de lo que fué esa primera vez que llega al alma virgen sin contaminación alguna.
No es comparable a otra experiencia y agradezco que lo hayas compartido...
Maravillosa la voz, casi celestial que subraya con su hermoso rostro.
También me han emocionado los primeros versos, que los he sentido como míos propios.
Gracias Barbebleue.
Excitante descripción. La "liturgia vinílica" sensual, afrodisíaca. No obstante me atrevo a decir que hay algo mejor que la primera vez, quizás dos algos: Esperar la primera vez y contar la primera vez. Me atrevo a añadir otra, seguir esperando una primera vez. Abrazos como el primero.
cuando empecé a escuchar ópera Verdis, Puccinis etc, nunca pensé que Mozart iba a determinar de tal modo mi gusto por este género,
más allá desde luego, de sus diferentes interpretaciones...
¡Mozart, mi número uno, el primero ¡...
Pamina se equivocaba, Josefina.
Conchita: aunque nunca será mejor, me quedo con el último algo.
Pilar, el secreto de Mozart es que siempre resulta cercano, te involucra; con él siempre es una primera vez...
A mi me pasó que después de Bel Canto y Verismo apareció Mozart tan lúdico, tan divertido y, a la vez, tan sublime.
Recuerdo una cassette con una selección -Highlights, claro- de la Flauta. Dirigía Karajan. Lo escuché muchísimo y con gran entusiasmo. Después reservé la pasión. El año pasado la vi en versión concierto en la Pleyel con René Jacobs a la batuta. Fue precioso.
Con afecto!
Hola, Glòria: esa Flauta de Karajan con Dermota y Seefried tampoco está nada mal. Y ahora mismo Jacobs está haciendo unos "mozares" maravillosos. Sabes, a mi Mozart se me apareció antes que cualquier otro estilo, y ya no hubo más...
La liturgia del cassette era pura magia negra!
Besos
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