Otra cita ineludible del Via Stellae 2010 fue la versión semiescenificada de la ópera veneciana de GF Händel “Agrippina”. Escrita en 1709 sobre un libreto del Cardenal Grimani, a partir de música de sus Cantatas italianas, arias de otros compositores y en especial de su oratorio La Resurrezione; algunos de sus números se mantendrían vigentes en Rinaldo y en otras fruslerías. Algo común en la época: una especie de radiofórmula alla barocca.
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El meritorio libreto nos narra a través de dos personajes femeninos bien perfilados, Agrippina y Poppea, las maquinaciones de la primera (todo un lobby) para intentar, y conseguir, nombrar a su hijo Nerón heredero al trono romano de Claudio. Un enredo de situaciones softcore, dignas de unas Bodas mozartianas: vanidad, lujuria, orgullo, ira, redimidos por el amor y la bondad, para un bonito final moralizante.
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Händel escogió y compuso música variada e ilustrativa, brillante y explícita, para dar coherencia y dramatismo a las diversas situaciones de la corte imperial; repasando los distintos estados de ánimo de los personajes, expuestos todos ellos a los designios de la inmoralidad –Agrippina- y de la astucia –Poppea- Con la luminosa belleza, y la atractiva maestría de un joven pero suficientemente preparado Georg Friedrich.
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Fabio Biondi acudió a Santiago de Compostela con su orquesta barroca, Europa Galante, y un elenco de cantantes muy similar al estreno en el Malibran veneciano del pasado otoño, con la orquesta de La Fenice. La obra se presentó con la orquesta sobre el escenario, atrás, y los actores interactuando en los escasos metros que quedaban de tablas y el patio de butacas, bajo la dirección escénica de Davide Livermore . Sobre el fondo, unas reiterativas proyecciones de sombras a cargo del grupo Controluce, que poco aportaban.
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Ann Hallenberg: tal vez la mejor mezzo händeliana del momento fue una Agrippina con enjundia. Intensa y expresiva en el recitativo, poderosa y subyugante en las arias, siempre dueña de un fraseo goloso, de una tímbrica embriagadora y de una expresividad contagiosa: una voz que engancha. Un portento de determinación que consigue implicar al público, mientras se embolsa un triunfo sin paliativos: carisma creo que se le llama a esto. Imperial fue su atormentada interpretación de “Pensieri, voi mi tormentate” del acto II:
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El meritorio libreto nos narra a través de dos personajes femeninos bien perfilados, Agrippina y Poppea, las maquinaciones de la primera (todo un lobby) para intentar, y conseguir, nombrar a su hijo Nerón heredero al trono romano de Claudio. Un enredo de situaciones softcore, dignas de unas Bodas mozartianas: vanidad, lujuria, orgullo, ira, redimidos por el amor y la bondad, para un bonito final moralizante.
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Händel escogió y compuso música variada e ilustrativa, brillante y explícita, para dar coherencia y dramatismo a las diversas situaciones de la corte imperial; repasando los distintos estados de ánimo de los personajes, expuestos todos ellos a los designios de la inmoralidad –Agrippina- y de la astucia –Poppea- Con la luminosa belleza, y la atractiva maestría de un joven pero suficientemente preparado Georg Friedrich.
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Fabio Biondi acudió a Santiago de Compostela con su orquesta barroca, Europa Galante, y un elenco de cantantes muy similar al estreno en el Malibran veneciano del pasado otoño, con la orquesta de La Fenice. La obra se presentó con la orquesta sobre el escenario, atrás, y los actores interactuando en los escasos metros que quedaban de tablas y el patio de butacas, bajo la dirección escénica de Davide Livermore . Sobre el fondo, unas reiterativas proyecciones de sombras a cargo del grupo Controluce, que poco aportaban.
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Ann Hallenberg: tal vez la mejor mezzo händeliana del momento fue una Agrippina con enjundia. Intensa y expresiva en el recitativo, poderosa y subyugante en las arias, siempre dueña de un fraseo goloso, de una tímbrica embriagadora y de una expresividad contagiosa: una voz que engancha. Un portento de determinación que consigue implicar al público, mientras se embolsa un triunfo sin paliativos: carisma creo que se le llama a esto. Imperial fue su atormentada interpretación de “Pensieri, voi mi tormentate” del acto II:
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Verónica Cangemi: una Poppea dulce pero decidida, menos expresiva que su oponente, de gratísimo timbre y atractiva línea de canto. Comedida en emotividad, un tanto exigua en personalidad.
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Lorenzo Regazzo: un Claudio abufonado, inestable, border line, sobreactuado a lo Jack Nicholson, pero bien dicho por el bajo italiano: enfático, extrovertido, expansivo, poniendo en valor un instrumento vocal nada llamativo.
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Xabier Sábata: un Ottone con empaque, resaltando la debilidad del personaje con una gran actuación y unas dotes canoras adecuadísimas. Vibrante y hermoso.
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José María Lo Monaco: mezzo de nombre invertido, de canto contenido para un inestable Nerone; nada especial pero resultón.
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Ugo Guagliardo: Pallante de empuje y tronío.
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Milena Storti: un pobre Narciso, de emisión heterogénea, ligerilla y poco atractiva
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Davide Malvestia: suficiente para salvar su secundario personaje –Lesbo- y su apellido.
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Europa Galante se decantó por el lado casto, recatado, de escasa fantasía, para una partitura en muchas ocasiones lasciva. Sonoridad escasa de brillo; por momentos, agreste y desabrida; corta de dinámicas, siempre en un segundo plano sonoro. Faltó intensidad y amplessi en la orquesta pese a la actividad de un incansable Fabio Biondi.
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En todo caso una cima… y volviendo al símil ciclista: fue una pena que no hubiese una tercera, para evocar las míticas Tres Cimas del Lavaredo… y sus imprescindibles TreintainueveVeinticinco.
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Lorenzo Regazzo: un Claudio abufonado, inestable, border line, sobreactuado a lo Jack Nicholson, pero bien dicho por el bajo italiano: enfático, extrovertido, expansivo, poniendo en valor un instrumento vocal nada llamativo.
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Xabier Sábata: un Ottone con empaque, resaltando la debilidad del personaje con una gran actuación y unas dotes canoras adecuadísimas. Vibrante y hermoso.
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José María Lo Monaco: mezzo de nombre invertido, de canto contenido para un inestable Nerone; nada especial pero resultón.
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Ugo Guagliardo: Pallante de empuje y tronío.
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Milena Storti: un pobre Narciso, de emisión heterogénea, ligerilla y poco atractiva
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Davide Malvestia: suficiente para salvar su secundario personaje –Lesbo- y su apellido.
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Europa Galante se decantó por el lado casto, recatado, de escasa fantasía, para una partitura en muchas ocasiones lasciva. Sonoridad escasa de brillo; por momentos, agreste y desabrida; corta de dinámicas, siempre en un segundo plano sonoro. Faltó intensidad y amplessi en la orquesta pese a la actividad de un incansable Fabio Biondi.
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En todo caso una cima… y volviendo al símil ciclista: fue una pena que no hubiese una tercera, para evocar las míticas Tres Cimas del Lavaredo… y sus imprescindibles TreintainueveVeinticinco.
11 comentarios:
¡Que reparto Barbebleue!
Es una lástima que no pudiera ofrecerse en versión escenificada
Lastima que me lo he perdido, ¿No has visto a Magdalena Kozena?, seria interesante leer tus comentarios (Ese no me lo perdí).
Saludos.
Sí, Joaquim, un reparto de esos que hace bien poco, en esta longitud, nos conformábamos con leer en algún festival europeo...
Pese a la falta de escena, la verdad es que actuaron todos de primera.
Querido/a Anónimo/a: desgraciadamente a la Kozena me la perdí yo. ¿Qué tal unos comentarios tuyos?
Pues no soy muy entendido, me gusto, me gusto mucho, hubo sorpresas, como Anna Fusek tocando la flauta, pese a su juventud, una virtuosa, y no desmerece el resto de la orquesta. Muchos aplausos, se alargo demasiado por todas las salidas y entradas de la Sra. Kozena (roja como una gamba, se ve que no esta acostumbrada al sol que por aquí nos gastamos).
En cuanto a la actuación, empezó un poco más tarde de lo previsto, (hubo que acomodar a gran numero de espontáneos, como yo, hay que felicitar a los organizadores y el personal, que como siempre, son muy atentos), y se alargo hasta cerca de las 11 de la noche.
Hubo varias piezas instrumentales, conciertos y sinfonías, entre las arias, supongo que para que la Sra. Kozena pudiese descansar. El esfuerzo que realizó, parece que fue muy grande. Su voz, exacta a lo que se escucha en el CD, es un chorro que parece alimentada por un fuelle.
Menos piezas que en el disco, hubo hasta un par de vises, uno de ellos cuando la mitad del publico se había ido. (No hay que moverse de la silla mientras haya algún músico sentado)
Otra cosa que me llamo la atención fueron las sonrisas y miradas de complicidad y satisfacción que los músicos se dedicaban, parecía que realmente lo estaban pasado bien, que no era un trabajo, y que la Sra. Kozena no necesito ni partitura ni atril, se ve que ya lo repitió unas cuantas veces.
Parece que en el liceu ya lo tuvieron hace tiempo:
http://www.kozena.cz/diskuze/read.php?7,1115,1130
http://rolandovillazon.blogspot.com/2009/11/magdalena-kozena-en-el-liceu.html
http://www.youtube.com/watch?v=Fh-vMHZJHb8&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=ahuX5w3ztoc&feature=related
En resumen, una velada que no olvidare en mucho tiempo.
Muchas gracias, anónimo, por tu colaboración... Ahora sí me da pena no haber podido ir.
hay voces que enganchan si, también engancha las descripciones que haces de ellas...
gracias Barbazul
pálido reflejo literario de la realidad sonora, Pilar
La voz de Ann Hallenberg es asombrosa, con profundidades que electrizan las emociones y por las que me pregunto ¿de qué insondable abismo surge la transformación de un sentimiento en música sonorizada y embellecida por el don sublime de la voz humana?
!La he escuchado varias veces!
Gracias Barbebleue, no sabía qué decir y guardaba silencio.
Josefina: tal vez sea porque la voz es el instrumento más emotivo.
Yo he podido escuchar tanto Agrippina como a la Kozena, no así a la Lemieux lamentablemente; coincido plenamente con el comentario en cuanto a la Hallenberg -a quien es ya la tercera vez que escucho- en cuanto a que es una voz que engancha, que te introduce como parte de la obra, con quien simpatizas; es una voz que pasa a ser "de la familia".
Pero la Kozena es otra cosa, no es mejor ni peor, pero es una voz que reverencias; la intensidad es la característica fundamental, todo está cantado como si fuera la última vez; este año yo he podido escuchar a la Garanca, a la Bartolli, a la Halenberg, a la Genaux (y me he perdido a varias por desgracia), hablando solo de mezzos, y siendo todas magníficas la unica voz que me ha conmocionado es la de la Kozena. Hay circulando un video en youtube (http://www.youtube.com/watch?v=IapmpZgD7IE) en el que canta "Hor ch'è tempo di dormire" deTarquinio Merula que no siendo la mejor versión es un prodigio de expresividad. Y es una voz con claros defectos, pero es un argumento más en la eterna discusión: expresividad o perfección técnica.
En fin, un inmenso placer.
Gracias, Fernando, por tu expresiva opinión, tan subjetiva como la de cualquiera de nosotros. Al final, lo que buscamos es que nos emocionen...
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