Dos personas caminan a
través de un desnudo bosque frío;
La luna corre sobre
ellos, se miran en ella.
La luna corre sobre
los altos robles;
Ni una nube oscurece
la luz del cielo
Donde las negras ramas
se extienden.
La voz de una mujer habla:
"Llevo un niño, y
no es tuyo,
Camino en pecado junto
a ti,
He cometido una gran
ofensa contra mí misma.
Yo ya no creía que
podría ser feliz,
Y sin embargo, tenía
el fuerte deseo
De sentir la plenitud,
la felicidad de ser madre.
Y por ello, he cometido
un descaro,
Así que, temblando,
entregué mi sexo
A los brazos de un
hombre extraño,
Y así quedé embarazada
por él.
Ahora la vida se ha
cobrado su venganza:
Ahora te pertenezco,
te he encontrado."
Ella camina con paso
torpe.
Ella levanta la vista;
la luna corre sobre ellos.
Sus ojos oscuros se
ahogan en la luz.
La voz del hombre
dice:
"Ese niño, ese
que has recibido,
Su alma no es una
carga.
Sólo hay que ver ¡cuán
claro brilla el universo!
Hay un resplandor en
todas las cosas
Vas a la deriva junto a mí en un océano frío,
Pero una calidez
especial parpadea
De ti hacia mí, desde
mí hacia ti.
Esa llama transfigurará
al niño,
Al que le darás vida, como si fuese mío.
Me has traído la luz,
Has hecho un niño de mí."
El posa su mano en sus
anchas caderas
Mientras sus alientos
se entremezclan en el aire.
Dos personas caminan a
través de la alta noche brillante.
Arnold Schönberg, su obra, su legado, no fue una ruptura;
fue una evolución. Un proceso catártico de vuelta hacia una idea originaria consecuente en un músico autodidacta, que
amaba y respetaba, y asumía, la gran tradición musical germánica, desde el gran Bach
hasta Wagner; un postromántico expresionista que apoyándose en el acorde
cromático del Tristan puso en pie la destrucción de la jerarquía tonal, el
atonalismo, y presentó un método para su uso, el dodecafonismo, y dejó abierta
la senda del serialismo para generaciones futuras. Pura evolución artística; otros se encargarían de cegar el
camino con más petulancia que resultados.
Y mientras recorría su vía de purificación atonal, nos
dejaba obras de poderosa belleza, auténticos hitos de un camino arduo pero sin
retorno. Verklärte Nacht, Op. 4 ("Noche transfigurada", 1899) es un
sexteto de cuerdas en un movimiento. Fue inspirado por el poema homónimo de
Richard Dehmel , contando con la inspiración del enamoramiento de la hermana de
su profesor (Alexander von Zemlinsky), Mathilde von Zemlinsky.
Cinco partes o secciones dividen la obra, reflejando los diferentes
estados de ánimo y sensaciones que expresa el poema, comenzando por la
evocación del gélido ambiente nocturno, la tristeza de la confesión de la
mujer; un interludio de las sensaciones del hombre al recibir la noticia; y un
final, cuando el hombre le brinda aceptación, perdón y agradecimiento a la
mujer. Con un descomunal lirismo, abiertamente expresionista y graves aromas brahmsianas (Brahms, el progresista), Schönberg va
evolucionando los temas musicales con tal maestría que logra convertirnos en
auténticos protagonistas no de una historia sino de unos sentimientos.
En 1917 el autor arregló la partitura para orquesta de
cuerda, revisándola de nuevo en 1943. Aunque la versión para orquesta destile
un plus de nocturnidad y transfiguración, el sexteto aporta una mayor fuerza
expresiva ¿o no?
Juzguen ustedes mismos escuchando la sección intermedia Sehr Breit Und Langsam (la
respuesta del hombre) en ambas versiones:
Cuarteto LaSalle + invitados:
(vídeo Barbebleuei)
Karajan y los Berliner:
(vídeo 99Wayne01)
2 comentarios:
Esta siempre ha sido una de mis partituras favoritas. Es la prueba de que Schoenberg, a pesar de lo que suelen decir quienes no disfrutan de su arte, no fue el principio del fin de la música (estos especímenes son muy apocalípticos) sino un continuador de lo que ya estaban haciendo Strauss y Mahler, un postromántico aún muy romántico. Como dice Alex Ross en The Rest Is Noise, fue el público quien decidió negarse a admitir novedades en el opus orquestal, provocando así la revolución atonal. Schoenberg y los suyos pensaron que, ya que se iban a encontrar con el rechazo del gran público hiciesen lo que hiciesen, harían lo que les daba la gana. Pero eso fue después de la Noche Transfigurada.
Tengo la impresión, Titus, de que Schönberg y los suyos se agigantan según aumenta la perspectiva histórica. Sucede con los muy grandes...
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