martes, 16 de octubre de 2007

PHAEDRA de Henze: un mito escrito en el viento.

A sus, delicados de salud, 81 años Hans Werner Henze (1926) ha estrenado recientemente una nueva ópera, o por decirlo en sus propias palabras, una ópera-concierto. Un compositor de su trayectoria y valía, un clásico viviente, no podría ahora mismo beber en mejores fuentes: la mitología griega, ese manantial inagotable. Y dentro de ese fascinante mundo intemporal, escogió una tragedia, otra más, donde los mortales son marionetas de los dioses. En concreto la elección recayó en el mito de Fedra e Hipólito. Fue el poeta alemán Christian Lehnert el encargado de confeccionar un libreto que aunase la pasión, violencia, muerte y eternidad del mito con la mejor tradición de la literatura mundial, desde Ovidio, Séneca, Eurípides o Racine.


Está estructurada en dos partes o Actos, muy definidos, llamados Mañana y Tarde, y nueve escenas. El primero relata la tragedia mitológica terrenal, la carnalización de la lucha celosa de las diosas en la pareja mortal. En el segundo, el combate continúa más allá de la muerte y en sus propios dominios.


Acto I: la Mañana
Teseo rey de Atenas, vencedor del Minotauro y padre del joven Hipólito, toma como segunda esposa a Fedra, hija del rey Minos de Creta y hermana de Ariadna. El joven está entregado al culto de Artemis, diosa de la caza y la pureza, provocando los celos y la ira de Afrodita, la diosa del amor carnal, quien maquina su venganza. Será a través de Fedra como se urdirá su violento plan. La esposa de Teseo caerá enamorada, con un amor culpable, de su hijastro, quien tras rechazarla con asco y desprecio, provocará la eclosión de la tragedia. Fedra, humillada, denunciará a su hijastro ante su marido, acusándole de violación. Teseo, ajeno a la realidad, exigirá a su padre Poseidón el castigo y la muerte de Hipólito, quien perece arrastrado por sus caballos. Cumplida su venganza, Fedra, llena de remordimientos, pone fin a su vida, colgándose.

Acto II: la Tarde
Artemis se lleva el cadáver de Hipólito a su bosque en Nemi, donde consigue devolverlo a la vida bajo otro nombre, Virbius. En medio de la tormenta, Fedra con su motor Afrodita, aparecen de nuevo para exigir la devolución del joven al Inframundo, pero Artemis consigue esconderlo en una cueva. Mientras Hipólito se interroga sobre su propio ser, de nuevo vuelve a rechazar a Fedra. Finalmente, tras un terremoto, Hipólito se eleva como Rey del Bosque.



La ópera comienza con un coro y termina con una danza; en medio, una extraordinaria sinergia entre texto y música. La partitura entronca con la estética sonora de su anterior ópera, L’Upupa. Manteniendo un core dodecafónico y haciendo uso de disonancias extremas, no renuncia a estructuras consonantes para suavizar modos y oídos.


Escrita para conjunto instrumental de 23 músicos donde predominan de forma clamorosa los vientos, metales y maderas, y el sensual uso de la percusión; apenas cuatro instrumentos de cuerda, sí sólo cuatro. Tal es la jerarquía del instrumental de viento que incluso algunos de ellos caracterizan a ciertos personajes (saxo alto, trombón). El resultado es una música vitalista de fascinantes texturas, intensas tímbricas y voluptuoso lenguaje, claro y efectivo, resaltado por efectos pregrabados (tormenta, terremoto). Sin duda el segundo acto es superior al primero, acelerado ya en la vorágine de los sonidos pregrabados y especiado con un minimalismo instrumental. La sonoridad es moderna pero tiende hacia la antigüedad, el dodecafonismo hecho mitología. Enfatizado por la propia disposición del Conjunto, dentro del volumen escénico, que pretende, y consigue, un efecto de sonido que “flota en el espacio”.


El estreno mundial tuvo lugar el pasado día 6 de septiembre en la Staatsoper Unter den Linden de Berlin con un reparto muy equilibrado y buen negociador de la partitura:



Phaedra: Maria Riccarda Wesseling, que sustituía a la indispuesta Magdalena Kozena, compuso una protagonista salvaje y alucinada, con un canto cálido y pleno de matices y colores. Intensa y delicada en su amplia ración de melismas vocales.

Hipólito: John Mark Ainsley, valiente y expresivo tenor muy creíble en su desasosiego e inocencia.

Afrodita: Marlis Petersen, brillante y entregada.

Artemis: Axel Köhler, un contratenor sobrecaracterizado, exótico y surreal por vocalidad de aflautados timbres. Vestido como hombre, entreabriendo la puerta del homoerotismo.

Minotauro: Lauri Vasar, sólido en su papel.


Ensemble Modern: desplegando toda la requerida precisión lírica, plena de magnética potencia. Conducidos con mano de hierro por Michael Boder.



El montaje escénico de Olafur Eliasson es un hallazgo apropiado a la tragedia que engloba. Con orquesta y cantantes en escena, un espejo en el fondo refleja toda la realidad hacia el público, sin barreras. Una realidad expansiva que va abriéndose a través de un pasadizo por donde circulan los actores-cantantes. Unos prismas domestican la luz provocando una sensación caleidoscópica que ayuda a expandir horizontes. (Una lástima no disponer de video)












Sinopsis detallada y revista de prensa (en inglés): Aquí








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2 comentarios:

Berni (Austria) dijo...

fantastic post !!!!!
I'm very happy with it....
THX a lot.
Berni

Minimme dijo...

thank you thank you thank you :)))