El último Scriabin transita senderos de un misticismo altamente cromático, casi siempre carente de un centro tonal definido. Lo cual ayuda a conferir a su música un descarnado e intenso dramatismo, que unido a una vigorosa expansión dinámica en sus desarrollos, definen nítidamente su personal luz de visionario y poeta musical.
Dos de su últimas Sonatas para piano llevan el sobrenombre de Misas: una Blanca, a él debida; la otra, Negra, por él aceptada.
Sonata para piano n. 7 op. 64 Misa Blanca: escrita en 1911, fue, según el compositor, un exorcismo contra la oscuridad diabólica de la Sonata n. 6. Por tanto, en su muy dinámico desarrollo, repleto de violentos contrastes, un único movimiento, Allegro, trasluce una suerte de Misterio y Éxtasis, siempre adornado por una majestuosidad celestial. Por cuestiones casi supersticiosas grandes intérpretes de Scriabin como Horowitz o Sofronitsky jamás tocaron esta pieza, pero nos ha llegado en las manos de Vladimir Ashkenazy:
(video fisherroadstedpeanut)
Sonata para piano n. 9 op 68 Misa Negra: mucho más agresiva y oscura que la precedente, Scriabin va edificando una estructura cada vez más compleja a partir de un tema inicial que vuelve para cerrar la partitura, sobre un intervalo de cuarta aumentada: el intervalo de tres tonos enteros, el tritono, o Diabolus in Musica. Esta vez sí en la interpretación de Vladimir Sofronitsky:
(video truecrypt)
2 comentarios:
Scriabin, requiere mucha concentración !
... pero también la devuelve!
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