Quienes me conocen bien, saben de mi absoluta fascinación por György Ligeti (1923 - 2006) Se debe a su eclecticismo de vía recta, a su ejemplar libertad creativa como método, a sus ansias explícitas de experimentación, a su formidable evolución estilística desde postulados populares posbartokianos hasta un posmodernismo tradicional, pasando por un desalentador acercamiento a ejercicios electroacústicos y un paseo tímbrico desprovisto de otras propiedades musicales: ritmo, melodía, armonía ¿Música Borrosa?
Pero mi fascinación se debe también y especialmente a la contundente fuerza interior, siempre presente en un estado u otro, que habita toda su obra. Una suerte de incandescencia, cual supernova agónica, que se instala unas veces en la mano izquierda, otras en una armonización salvaje, una micropolifonía superadora de la Forma, un contrapunto de sólida formación, un clúster demencial o un crescendo infinito.
En su última fase creativa, a partir de los años ochenta, Ligeti quiso mirar, siempre desde su contemporaneidad, hacia la gran tradición. En lo que él mismo denominó su etapa posmoderna, volvió a terrenos tonales habitados por melodías francas, y a recursos instrumentales y tímbricos que eran más que un guiño a épocas no tan remotas; eso sí, siempre con un afán transformador, como buen artista creador.
Su Trío para Violín, Trompa y Piano (1982) fue declaradamente un homenaje a J. Brahms, a su partitura para la misma formación, su opus 40; pero también un aluvión de vivencias redivivas: ritmos negroides desviados por Transilvania, refinamiento, humor, detallismo, luces, sombras y llamas; también nostalgia abisal en el intimista y desolador crescendo de su último movimiento:
IV. Lamento. Adagio
(vídeo MrRaph87)
4 comentarios:
¡Que bien elegida me parece que está la fotografía del comienzo!
He agradecido el final. "Nostalgia abisal". Sí.
Puf, Barbe. Como para irse a dormir y soñar con el horror y la muerte como liberación.
Prefiero mi último botín, la verdad.
Aún estoy impresionada.
Distintas facetas de la vida, Anderea. Luego, cada uno, elige el botín que mejor le venga...
Gracias, Barbe.
Ligeti me lleva en directo a la emoción y la introspección. En carne viva, sin adornos, sin calmantes, casi sin tregua. Algo así.
Quizá haya momentos para todo.
De cualquier modo, gracias.
Buena noche.
Claro, Anderea, también hay momentos para la incandescencia...
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