domingo, 29 de noviembre de 2015

Virgilio, Shakespeare y Berlioz


Poco imaginaba ¿o sí? Hector Berlioz (1803-1869) que una visita en 1856, en compañía de F. Liszt, a la Princesa de Sayn-Wittgenstein habría de poner en marcha la composición de su más grande ópera: Les Troyens.

Así lo cuenta él mismo:
... Hallándome en casa de la Princesa (amiga devota de Liszt, mujer de corazón y de ingenio, que me sostuvo en mis horas más tristes), hablé de mi admiración por Virgilio y de la idea que tenía de una gran ópera tratada por el sistema shakesperiano, cuyo argumento serían los libros III y IV de la Eneida. Añadí que conocía demasiado las amarguras y complicaciones que forzosamente habría de causarme semejante empresa, para que se me ocurriese intentar llevarla a cabo. En efecto -replicó la Princesa- de su pasión por Shakespeare, unida a ese amor a la Antigüedad, debe salir algo grandioso y nuevo. No tiene usted más remedio que hacer esa ópera ¡Hay que empezarlo y terminarlo! Como yo continuara defendiéndome, la Princesa añadió: ¡Oígame bien! Si retrocede usted ante los trabajos y penalidades que esa obra puede y debe causarle, si tiene la debilidad de tener miedo y no arriesgarlo todo por Dido y por Casandra, no vuelva usted a presentarse ante mí, pues no quiero verle más”

Picado en su amor propio, Berlioz ya no pudo contener aquella idea de llevar a Virgilio al teatro de ópera. De regreso a París tras aquel viaje, comenzó a escribir los versos del libreto de Les Troyens; después vendrían dos años y medio de composición musical para finalmente iniciar los no menos dolorosos preparativos para llevarla a escena. “Desaliento... Alegría... Disgusto... Placer... Furor... Avanzo despacio, muy despacio” así proseguía la labor. Sería a finales de 1863 cuando se estrenase en el Théâtre Lyrique de París, convenientemente amputada de su primera parte, la Toma de Troya. Berlioz nunca vería representada su obra tal cual la había concebido; habría que esperar al año 1957 en el Covent Garden bajo la batuta de Rafael Kubelik.

Esta opera magna de Berlioz fue concebida como un díptico, La Toma de Troya y Los Troyanos en Cartago, estructurado en cinco amplios Actos, por donde desfilan los grandes eslabones de la Eneida: el fantasma de Hector, la muerte de Casandra, la caída de Troya, los amores de Dido y Eneas, la partida hacia Roma o el suicidio de Dido. Todo ello enmarcado en una intensa y brillante música, excelentemente orquestada como es norma en el autor, donde toda la épica de la narración deja lugar al lirismo del amor imposible, y aún a las danzas de toda Grand Opera.

Uno de los momentos más hermosos y culminantes de la obra es el gran dúo de amor de Dido y Eneas del Acto IV "Nuit d'ivresse et d'extase infinie", escrito en 1856 en “plena fiebre de composición”

(vídeo Meyerbeer Smith)
Josephine Veasey
Jon Vickers
Orchestra of the Royal Opera House, Covent Garden
Colin Davis

Es hermosa porque es Virgilio, es conmovedora porque es Shakespeare”
(H. Berlioz: Carta a la Princesa)

domingo, 22 de noviembre de 2015

El Tren como Emoción


Pocos elementos del desarrollo técnico han resultado tan atractivos y subyugantes, desde un punto de vista emotivo y evocador, como el Tren. Una antigua imagen romántica de un viaje sosegado, placentero, cómodo, e incluso podría decir que lujoso. El placer del viaje en sí mismo.

Esta evocación está especialmente referida a aquellos antiguos ferrocarriles cuyas locomotoras se movían a vapor, a través de una noche de luna llena, o de una tundra nevada sin desmayo.

El tren, además de una cierta sensación de confianza, tal vez debido a su tamaño o a circular sobre un camino trazado, brillaba también con un halo de optimismo tecnológico, de descaro poderoso y de fascinación industrial.

Las Artes, todas, sucumbieron a su encanto, dejando abundantes muestras, pero la Música supo arrimarse a su esencia profunda captando todo el despliegue cadencioso de un convoy articulado, el ritmo sincopado de su interminable marcha, o el resoplido de una máquina singular. Ejemplos musicales los hay, y en abundancia.

Arthur Honegger (1892-1955) nacido en Francia, aunque mantuvo siempre su nacionalidad suiza, fue un prolífico compositor del período de entreguerras que perteneció al Grupo de los Seis. Siempre me fascinó su lapidaria frase “El primer requisito para un compositor es estar muerto”

Su obra Pacific 231 (1923) traslada a los atriles de la orquesta todo el asombro que le producía la famosa locomotora, con dos ruedas guías, tres motrices y una de apoyo, por eje.  Para él, era toda una criatura viviente, y así la presenta, con toda su carga biológica:


(vídeo logoxyz)

Utah Symphony Orchestra
M. Abravanel

domingo, 15 de noviembre de 2015

Vainica Doble


Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen fueron sin duda la representación más personal del pop español, desde mediados de los sesenta hasta su última obra discográfica fechada en el 2000.

Supieron aunar frescura, ternura y desparpajo con una calidad y elegancia musicales muy por encima de su género. Letras imaginativas, muy directas, un tanto psicodélicas, encajaban como guantes en melodías de raíces populares y ramas complejas. Tal vez por eso nunca alcanzaron el éxito comercial masivo, viviendo siempre en los extrarradios de la fama, en las nebulosas de la independencia.

Su primer disco homónimo, en el sello Ópalo, data de 1971, y sin apenas éxito las llevó a su primera cumbre discográfica: Heliotropo (1973) más refinado en arreglos y más variado en composiciones. Escuchemos “Habanera del primer amor”:

(vídeo lavocaciondezakun)

Diez años más tarde, darían un paso al frente con su sexto álbum Taquicardia (1984) donde el sencillo pop de raíz folk se envolvería en una sofisticación de cuerdas y metales de aromas jazzísticos, obra del Maestro Reverendo, sin abandonar el toque naíf y la elegancia estructural. “Taquicardia”, la canción:

(vídeo Ogu3290)

Una pareja sencilla pero opulenta. In memoriam.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Armida, la de Haydn

GB Tiepolo -Rinaldo e Armida in giardino-  (1752)

La ópera no se encuentra entre la mejor y más amplia producción de FJ Haydn, pero aún así, dejó no menos de catorce títulos durante su vinculación con Eszterháza. La última fue Armida, un drama heroico sobre el afamado poema de Torquato Tasso Gerusalemme Liberata, en el cual basaron también sus óperas JB Lully (Armide), Händel (Rinaldo), Vivaldi (Armida al campo d'Egitto), Jommelli (Armida abbandonata), Salieri (Armida), CW Gluck (Armida), Rossini (Armida), Dvorak (Armida), y algún otro.

La obra de Haydn fue estrenada en 1784, gozando durante los primeros años de numerosas representaciones, para caer, con los siglos, en notable ausencia de los escenarios, como todas las óperas del maestro de la Sinfonía y del Cuarteto.

Se trata de un ópera seria, en tres actos, sin apenas números de conjunto, en la que destacan los dos protagonistas: Armida, la hechicera y Rinaldo, el caballero cristiano. Con grandes influencias de la reforma de Gluck, tanto en la obertura y como en el diseño de los números, se perfilan más los sentimientos de los personajes que la acción en sí misma. 

Posiblemente sea el Acto Tercero el más hermoso en cualidades musicales, destacando la rebelión de Rinaldo y el dolor de Armida. Muy recomendable también el limitado pero jugoso papel secundario de Zelmira. Escuchemos su Aria “Torna pure al caro bene”, seguida de la de Armida “Ah, non ferir: t'arresta!”


(vídeo #NikolausHarnoncourt)


(vídeo marius76100)

domingo, 1 de noviembre de 2015

Delius

Delius -E. Procter (1929)

Sir Thomas Beecham, el legendario director británico, fue el gran defensor en el mundo anglosajón, de la música de Frederick Delius (1862-1934). El compositor nacido en el norte de Inglaterra, pero de ascendencia alemana, fue sin duda un postromántico, influenciado enormemente por R. Wagner y su flujo sensorial de sonido; también por E. Grieg y su gusto por el folclore popular de las latitudes norteñas, y por la palidez tonal de C. Debussy.

Delius, afincado en Francia durante sus últimos años, sería recordado especialmente por su obra sinfónica, más destacada y personal en el cromatismo armónico, también heredado de Wagner, que por su capacidad melódica.

Cierto que algunas de sus obras pudieran pecar de un cierto carácter contemplativo, estasis y éxtasis, que nos dejan un aroma decadente. Pero la partitura que hoy les presento, "Walk to the Paradise Garden", cobra un fuerte impulso dramático, tal vez por tratarse de un interludio de su cuarta ópera A Village Romeo and Juliet, deudora del Tristan, “representa, en su arrebato y angustia, el verdadero espíritu del amor romántico” (John W. Klein)


(vídeo mangott)

London Symphony Orchestra
Sir John Barbirolli