domingo, 28 de junio de 2015

Juguetes


Los recuerdos más antiguos suelen ser fragmentarios y, en muchas ocasiones, muy puntuales y nítidos. Casi una foto fija de acontecimientos que nos han sacudido intensamente; a lo sumo un plano secuencia corto y dramático.

De mi más tierna infancia, posiblemente por su gran carga emotiva, me ha quedado grabada de forma indeleble, una tienda de juguetes que ocupaba una esquina cercana a nuestra vivienda. Era un amplio bazar donde, además de sencillos juguetes, vendían menaje del hogar y un completo surtido de baratijas de todo tipo. Uno de sus cuatro escaparates se llenaba de pequeños cochecitos, bólidos de carreras de antaño con ejes desmontables a la presión, y un sinfín de hombrecillos de plástico, con o sin caballo, unos con sombrero y otros con plumas en sus cabezas.

El local se llamaba Darío Losada, supongo que ése era el nombre de su propietario. Popularmente era conocido como el Darío. Todavía conserva dicho nombre y el letrero original, aunque sus escaparates se han ido poblando de ingenios electrónicos, modernos juguetes de hogaño.

A mi corta edad había desarrollado un fino sentido de la orientación, pues bastaba pasar por alguna calle aledaña para de inmediato reconocer la cercanía de esa Arcadia feliz. En cuanto mis sentidos identificaban el paraje, mi única obsesión era tirar de la mano de mi madre para acudir, excitado y satisfecho, a pasmarme durante interminables minutos delante de aquel cristal que protegía los ansiados coches. 

Porque eran aquellos sencillos bólidos, de apenas 10 centímetos de longitud, los que atraían toda mi atención; los indios podían seguir haciendo el ídem...! El siguiente paso, como parece lógico, era pedir a mi madre que se hiciese cargo del gasto de adquirir al menos uno, para aumentar la colección. La lucha, creo recordar, era feroz, casi de supervivencia.

Aquel ritual resultaba tan agotador, día tras día, que mi madre solía dar rodeos por calles adyacentes y variadas, para evitar que mi gps infantil detectase la cercanía del Darío. Pero al menor descuido, o por supuesto si tocaba regalo, la visión de aquella esquina abría mis ojos de niño hasta niveles de puro éxtasis. Recuerdo con placer y tierna saudade ese plano secuencia del acercamiento al lugar mágico.

Más tarde, corriendo la pubertad, trasladé dicha emoción a las tiendas de discos y sus anaqueles. Creo que el placer era muy similar...

En alguno de ellos descubrí la Kindersinfonie (Sinfonía de los Juguetes, por el despliegue de entretenidos objetos musicales) de Leopold Mozart, el padre de un tal Wolfgang Amadeus. Mucho más tarde supe que realmente dicha partitura era de un monje llamado Edmund Angerer (1740-1794). Me gustó igual...

(vídeo ClassicalOrchestra1)

domingo, 21 de junio de 2015

Jesús Sixto Díaz Rodríguez


Si existiese una escala de malditismo en la carrera de un artista, aún con final feliz, sin duda en los lugares destacados estaría Sixto Rodríguez(1942) el cantautor (podríamos llamarle así) de Michigan, de origen mexicano.

Un joven talentoso que fue descubierto a finales de los sesenta en un garito de tercera, y tras dos excelentes discos (pese a algunos arreglos cuando menos curiosos), pasó al ostracismo cambiando su vocación musical por la paleta de albañil. Pero la semilla de su obra prendió en lugares muy alejados de los USA, especialmente en Australia y en la Suráfrica del apartheid. Y como un reservorio animal de algún extraño virus, quedó latente y vivo en esas comunidades hasta que fue redescubierto a finales de los noventa y aún en vida, pudo disfrutar de su pedazo de cielo bien merecido.

El gran salto a la fama lo dio a raíz de un documental biográfico “Searching for Sugar Man” que ganó el Oscar 2012. Una película muy emotiva sobre su vida y obra que recomiendo encarecidamente.

(vídeo Las Horas Perdidas)

Al igual que algún entrevistado del film, uno no se explica por qué Sixto Rodríguez no triunfó en su país natal desde un principio. Lo tenía todo: letras comprometidas, canciones perfectas, vapores de blues, sabores de folk, decires de Dylan, olores de tristeza urbana, incluso el toque justo de comercialidad para situar algún tema en lo más alto de los hit-parades. El destino se hizo esperar casi 30 años.

Disfrutemos ahora, y siempre, de la sencillez y calidad de temas como:

Rich Folks' Hoax (Cold Fact 1970)
(vídeo Ergô Felix Culpa)

Crucify your mind (Cold Fact 1970)
(vídeo Cesar Alba)

I Wonder (Cold Fact 1970)
(vídeo José Carlos Chávez Hernández)

Sandrevan Lullaby (Coming from Reality 1971)
(vídeo Mileto Bermúdez)

domingo, 14 de junio de 2015

Nápoles borbónico

(maqueta de Nápoles a comienzos del s. XVIII)

Posiblemente fue durante el reinado (1734-1759) del futuro Carlos III de España, conocido allí como Carlo di Borbone, cuando Nápoles vivió su mayor florecimiento musical. La escuela musical napolitanacrisol de influencias varias, sabia mezcla de lo profano y lo sacro, de lo popular y lo noble, aupada por Francesco Provenzale y Alessandro Scarlatti, lograba reunir la mayor colección de talentos y actividad en las primeras décadas del siglo XVIII. Y se produjo una literatura musical sumamente brillante, más típica del estilo barroco, portentosamente dinámica y de gran variedad en combinaciones de colorido.

Domenico Scarlatti, Leonardo Leo, Leonardo Vinci, Nicola Porpora, GB Pergolesi, Francesco Durante, Francesco Mancini, Domenico Sarri, Domenico Cimarosa, Nicola Fago y muchos otros, convirtieron la ciudad napolitana en el centro musical italiano, y lugar de peregrinaje de grandes figuras de la Música europea contemporánea.

Coincidiendo con la construcción del Teatro San Carlo, la ópera fue punta de lanza de la actividad y gloria del Nápoles musical, pero en casi todos los géneros hubo un gran desarrollo, desde la excepcional Música Sacra hasta la más festivas composiciones de Cámara.

De ésta última, dedicada a conciertos en los más nobles palacios de la época, quiero llenar hoy el Castillo con tres ilustres nombres, para disfrutar de la elegancia y categoría de esta escuela y del sabor soleado de una música que sabe también destilar, en sus lentos, toda la amargura del limoncello amalfitano.

Domenico Natale Sarri (1679-1744): Concierto para flauta y cuerdas en la menor

(vídeo FromBaroquewithLove's channel)
Il Giardino Armonico

Francesco Durante (1684-1755): Concierto para cuerdas n.2 en sol menor:

(vídeo Папа Ген)
Concerto Köln

Francesco Marini (1672-1737): Sonata IV para flauta en la menor:

(vídeo Enrico Zanoni)



domingo, 7 de junio de 2015

Pogorelich, torrente implacable


Ivo Pogorelich estuvo extraordinario, con un piano orquestal y una maestría desbordante. Brillante, rotundo, demoledor, en un recital cuyo programa era brutalmente demencial, en el mejor y más musical sentido de los términos.

Sabes enseguida que estás ante un Maestro cuando, por encima de la partitura, Liszt suena a Liszt, Schumann a Schumann y Brahms a Brahms; cuando puedes oler sus distintos perfumes anímicos en unas únicas manos.

Especialmente la Fantasía schumaniana me conmovió hasta límites que hacía tiempo no sentía; cerraba los ojos y me salía literalmente de la prisión del cuerpo...

Programa:

Franz Liszt
Fantasía quasi sonata / Tras una lectura de Dante en re menor de "Años de Peregrinaje" 2º año: Italia (nº7)

Robert Schumann
Fantasía para piano en do mayor op.17

Igor Stravinsky
Petrushka, tres movimientos para piano

Johannes Brahms
Variaciones sobre un tema de Paganini en la menor op.35

Viernes 29 de mayo de 2015
Círculo das Artes
Festival de Música Cidade de Lugo

(vídeo ADGO)

Recital en Rotterdam em Octubre/2014 con el opus 17 como segunda pieza.