domingo, 27 de enero de 2013

Sensaciones en torno a la “JÚPITER”

Resulta muy reconfortante comprobar que no hemos perdido la capacidad de emoción, aún golpeando una y otra vez en la misma fragua. Aunque en ocasiones nos asalte la duda respecto a si páginas mil veces escuchadas con deleite y pasión, páginas archiconocidas, todavía guardan intacta su capacidad emotiva; si todavía podemos volver a ellas con ingenuidad y salir con asombro. Lo contrario sería algún tipo de muerte…

Exactamente eso, una duda razonable, me recorrió en forma de sensación angustiosa a raíz de una revisión de la Sinfonía n. 41 en Do Mayor “Júpiter” KV 551 de WA Mozart.

¿Continuaría erizándome el vello como ha hecho siempre?

¿Sentiría fatiga o aburrimiento?

O sería un valor refugio seguro para estado anímicos determinados!?

El resultado, de nuevo y espero que por mucho tiempo, ha sido generosamente satisfactorio. No sólo sino también; a la capacidad emotiva unía nuevos descubrimientos sensoriales. El sueño fue más plácido esa noche… al menos Mozart, su espíritu, seguía vivo y siendo efectivo. Era su triunfo, y mi refugio frente a la ciclogénesis vital.

El último movimiento –Finale: molto allegro- de su última Sinfonía sigue conmocionando por la transparente comunicación que se agita libremente sobre el robusto contrapunto de su fugado a cinco voces, que eleva su victoria más allá de su tiempo.

Pero no conviene olvidar que en Música el medio también es valorable, y esa persona que mueve las manos frente a la orquesta puede ser decisiva. Así ocurre en la nítida y limpia lectura, mozartiana, que de dicho movimiento obtiene Günter Wand (1912-2002) de la Orquesta Gürzenich de Colonia.

¡ojalá les emocione tanto como a mi!



(vídeo Barbebleuei)

domingo, 20 de enero de 2013

Charts



Aunque no se lo crean, hubo un tiempo en el cual las redes sociales se reducían a la oficina de Correos y el Kiosco de revistas, auténtico bazar social de ilusiones y papel couché. Por aquel entonces las revistas musicales, algunas sencillos periódicos en gran formato (Disco Express), publicaban unos listados, llamados charts, donde convenientemente ordenados de mayor a menor (y no había Excel) se detallaban los discos más vendidos (sí había discos) en las sociedades más pujantes, léanse los USA y el UK; había listas para distintos géneros (clásica, jazz, rock) y llegaba el nivel de detallismo a diferenciar ventas en singles (par de temas) de LP's (obra completa)

Recuerdo que en 1971 ocurrió un fenómeno curioso y hasta entonces inédito: los cuatros charts anglosajones de rock, a ambos lados del Atlántico, estaban copados por un mismo nombre, masculino singular: Rod Stewart.

El inglés de pelo desflecado y voz rota ¿o era al revés? lograba colocar su tercera obra en solitario en el número uno de elepés y singles (4 hits x 1). Me estoy refiriendo a su álbum “Every Picture tells a Story” y su tema estrella “Maggie May”.

Procedente de ambientes musicales del rhythm&andblues blanco británico, tras su fugaz paso por el Jeff Beck Group y haber asentado al grupo de culto The Faces, probablemente estampó en este disco de portada art-déco su mejor momento artístico, antes de rodar cuesta abajo por pistas empinadas del comercialismo más hortera. Una grabación repleta de versiones muy personales de grandes temas, y de tímbricas instrumentales exóticas al rock (mandolina, violín)

“Maggie May” es una preciosa balada pop que sonaba por todas partes en aquella época, incluyendo mi cabeza:



Otro atractivo tema del mismo álbum, una baladita de Tim Hardin: “Reason to Believe”:


(vídeo fred166)

domingo, 13 de enero de 2013

LIGETI: homenaje a BRAHMS

Quienes me conocen bien, saben de mi absoluta fascinación por György Ligeti (1923 - 2006) Se debe a su eclecticismo de vía recta, a su ejemplar libertad creativa como método, a sus ansias explícitas de experimentación, a su formidable evolución estilística desde postulados populares posbartokianos hasta un posmodernismo tradicional, pasando por un desalentador acercamiento a ejercicios electroacústicos y un paseo tímbrico desprovisto de otras propiedades musicales: ritmo, melodía, armonía ¿Música Borrosa?

Pero mi fascinación se debe también y especialmente a la contundente fuerza interior, siempre presente en un estado u otro, que habita toda su obra. Una suerte de incandescencia, cual supernova agónica, que se instala unas veces en la mano izquierda, otras en una armonización salvaje, una micropolifonía superadora de la Forma, un contrapunto de sólida formación, un clúster demencial o un crescendo infinito.

En su última fase creativa, a partir de los años ochenta, Ligeti quiso mirar, siempre desde su contemporaneidad, hacia la gran tradición. En lo que él mismo denominó su etapa posmoderna, volvió a terrenos tonales habitados por melodías francas, y a recursos instrumentales y tímbricos que eran más que un guiño a épocas no tan remotas; eso sí, siempre con un afán transformador, como buen artista creador.

Su Trío para Violín, Trompa y Piano (1982) fue declaradamente un homenaje a J. Brahms, a su partitura para la misma formación, su opus 40; pero también un aluvión de vivencias redivivas: ritmos negroides desviados por Transilvania, refinamiento, humor, detallismo, luces, sombras y llamas; también nostalgia abisal en el intimista y desolador crescendo de su último movimiento:

IV. Lamento. Adagio


(vídeo MrRaph87)

domingo, 6 de enero de 2013

El Cuco y el Ruiseñor


El bueno de Georg Friedrich Händel, en su madurez creativa, tenía la preciosa costumbre de componer Conciertos (solistas, grossos, a due cori) para los entreactos de sus grandes obras corales, comenzando probablemente durante la representación de Athalia HWV 52, en 1733.

Con este propósito fueron escritos sus Conciertos para órgano solista recogidos en su opus 4 y opus 7. También en el difícil arte de concertar un instrumento tan especial, por sonoridad y polifonía, fue creado algún otro ramillete de beldades ya sin número de opus.

Entre ellos destaco hoy el Concierto para Órgano en Fa Mayor HWV 295, nominado “El cuco y el ruiseñor”; quien conozca o escuche su primer Allegro sabrá muy bien el por qué…

Fue ejecutado por primera vez en 1739 durante la interpretación de su oratorio Israel en Egipto HWV 54, y su estructura de cuatro movimientos, todos imprescindibles por gracia e inspiración, conlleva una doble repetición de Larghetto-Allegro.

(vídeo vivaldi369)

Otra versión, muy recomendable AQUÍ y AQUÍ