jueves, 27 de enero de 2011

De la Naturaleza a la Trascendencia

(nebulosa del cangrejo)
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¡Oh, Hombre! ¡Presta atención!
¿Qué dice la profunda medianoche?
¡Yo dormía!
¡Me desperté de un sueño profundo!
¡El Mundo es profundo!
¡Y más profundo de lo que el día recuerda!

¡Oh, Hombre! ¡Presta atención!
¡Profundo es tu dolor!
¡El placer es más profundo aún que el sufrimiento!
El dolor habla ¡Desaparece!
Más todo placer quiere Eternidad,
¡Quiere profunda, profunda Eternidad!
- F. Nietzsche -.
Este texto de Así habló Zaratustra fue utilizado por Gustav Mahler para poner voz humana al cuarto movimiento de su Tercera Sinfonía en Re menor: lo que me cuenta el hombre. Punto intermedio del relato cosmogónico emprendido en su grandiosa obra en seis movimientos: “la construcción de un mundo”; desde la Naturaleza inanimada, generadora de vida, hasta el místico final en la pura Trascendencia: lo que me cuenta el Amor.
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El Amor entendido por Mahler como el dios supremo, en un sentido religioso y moral, en una especie de panteísmo sinfónico. A través del Arte late la ansiedad del ser humano por la trascendencia, la eternidad, la disolución en el todo…
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El comienzo, un caos originario sometido a los elementos:
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Parte Una
I. El Despertar de Pan : en la llamada de las ocho trompas (el estado natural en el lenguaje romántico), y su fecundación vital que inicia una constante marcha incansable y primigenia conducida por la salvaje omnipresencia de los metales (entrada del verano): El Inicio de Todo, en la referencial versión de Jascha Horenstein 1970 con la London Symphony Orchestra (vídeo Barbebleuei)
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Siguiendo los peldaños intermedios:
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Parte Dos
II. Lo que me cuentan las flores del campo: en un delicado minuetto de “música despreocupada, como solo saben serlo las flores” (Mahler)
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III. Lo que me cuentan los animales del bosque: el scherzo bromista con canto de pájaros y corno de postillón. “Mi música no es más que el ruido de la naturaleza”
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IV. Lo que me cuenta el hombre
: un lied orquestal de medianoche, misterioso, profundo y grave, en la más baja tesitura femenina.
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V. Lo que me cuentan los ángeles: coral canto celestial del Wunderhorn, alegre e ingenuo en el Coro de niños.
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Subiendo hasta el plano superior, el sublime Adagio final, extenso e intenso:
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VI. Lo que me cuenta el Amor: un devenir atemporal en dos temas contrastantes, instrumentados en los registros agudos de los violines, cuyas melodías solemnes y meditativas nos van convirtiendo en polvo estelar, en Cobalto químicamente puro; aquí en la impresionante lectura de F. Charles Adler 1952 con la Vienna Symphony Orchestra (vídeo Barbebleuei)
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El Génesis según Mahler…

miércoles, 19 de enero de 2011

Álbumes de una vida (14): La Flauta (mágica) de Klemperer

¡Ay, tengo el presentimiento
de que la dicha del amor
ha desaparecido para siempre!
¡Nunca volveréis a mi corazón,
horas de delicia!
-Pamina-
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Retomando la máxima de que el primer corte es el más profundo, sabemos que no hay nada comparable a la primera vez. Aún siendo limitada, insuficiente o atropellada, esa novedad suele dejar huella imborrable, pues tendemos a positivizar y mitificar los recuerdos trascendentes, que de una u otra forma nos van modelando. El ejemplo más representativo es el primer amor.
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Algo parecido, o similar, o igual, fue mi primera Die Zauberflöte con mi primer Klemperer. (a WA Mozart ya le conocía). Guardada como un tesoro, agradecido a los hados por estrenarme con algarabía con semejante maravilla con músculo. Tal era el hechizo, que tendía a oficiar su escucha con cierta liturgia vinílica: extrayendo con mimo el negro acetato, depositando sin respirar la aguja fonocaptora sobre el microsurco, y espaciando, por precaución, su uso, suplicando al que estuviese al mando que impidiese, como fuera, el deterioro de semejante grial. No fallaba: el ciclotímico Otto Klemperer embrujaba una y otra vez la estancia; yo juraría incluso que cada vez con más intensidad, si ello era posible.
. Requerido por Walter Legge, el mandamás de EMI, para la primera Flauta Mágica en estéreo de la compañía (1964), impuso su criterio de no registrar los recitativos de la obra, pues en su consideración no eran necesarios en ausencia de representación. Peleado con el jefe, y con la orquesta Philharmonia pendiente de disolución, extrajo el mejor sonido y la más alta musicalidad de esas sesiones. Acusado de pétreo, monolítico, pesado y lento, en este registro demuestra que sin perder nada de su poderío, clarifica el ambiente sonoro, agiliza el discurso, exhibe los detalles, y presenta en todo su esplendor esta música perfecta (Klemperer dixit). Un director genial…
. Contó además con el mejor elenco de una compañía mítica: el Nicolai Gedda más lírico y atractivo, un tenor para todo; la dulcísima Pamina de la opulenta Gundula Janowitz; el atractivo y dicharachero Papageno de Walter Berry; el insondable Sarastro de Gottlob Frick… e incluso, fíjense bien, Tres Damas de auténtico superlujo: Elisabeth Schwarzkopf, Christa Ludwig y Marga Höffgen (sic). Pero donde ya todo se sublima es en la referencial interpretación de la Reina de la Noche a cargo de la añorada Lucia Popp, en la belleza excelsa de su timbre y la claridad cristalina de su sobreagudo.
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Sirva como eficaz recuerdo e ilustración musical, única, la primera aria de la Königin, "O zitt’re nicht, mein lieber sohn!" dotada de un sobrenatural empuje en la entrada fulgurante de la orquesta, como un relámpago de amor y temor, en un crescendo a degüello, que solo podía manejar y resolver la Popp…
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miércoles, 12 de enero de 2011

Wooden Ships

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"Si me sonríes, te entenderé.
Porque eso es algo que todo el mundo hace en el mismo idioma"
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Así comienza uno de los temas míticos de finales de los sesenta, emparedado entre el miedo al holocausto nuclear de la guerra fría, vía Vietnam, y la rebelión juvenil disfrazada de revolución de paz y amor. Una letra apocalíptica para una casi dialogada balada, y un himno… ¿Psicodelia del Terror?
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En pleno cambio sociológico, el nuevo lenguaje de la música popular supuso un vehículo especialmente atractivo para su difusión y comunión. La promiscuidad musical entre los estandartes del movimiento fue legendaria, pese a los impedimentos legales; resulta complicado poner barreras al Arte y al Amor, más aún si van de la mano.
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Los Barcos de Madera fueron construidos en los astilleros de David Crosby, Stephen Stills y Paul Kantner. Los dos primeros completaron la botadura en su formidable primer disco “Crosby, Stills & Nash” publicado en mayo de 1969. Kantner iniciaría otra singladura, con su excelente banda Jefferson Airplane (la mejor de la bahía) en su no menos maravilloso sexto álbum “Volunteers” que vio la luz en noviembre de ese mismo año.
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Hoy les propongo la escucha de ambas interpretaciones, tan diferentes y tan atractivas; las dos originales, pues la historia conoce multitud de otras…
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Por orden cronológico, la primera es la siempre delicada, elegante, de preciosas armonías vocales, versión de C, S & N a los que pronto Neil Young pondría la pimienta que necesitaban: (video de sherrylynn70)
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Ahora la lisérgica lectura de Jefferson Airplane, con sus dos cantantes al frente: Marty Balin y la siempre maravillosa Grace Slick: (video de JeffersonJukebox)
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Personalmente no quisiera renunciar a ninguna, pero por si alguien está interesado: me quedo con el ácido… y con la pregunta: who won?

miércoles, 5 de enero de 2011

Tercera de Brahms: calidez invernal

La Sinfonía n.3 en fa mayor op 90 de J Brahms fue estrenada por la Filarmónica de Viena en 1883, obteniendo un gran éxito de público y crítica. Catalogada por el director del estreno, Hans Richter, como la Heroica brahmsiana, es considerada la más perfecta de sus obras sinfónicas.
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Escuchemos dos movimientos en la lúcida, decidida e imprescindible versión de la orquesta Philharmonia dirigida por Otto Klemperer. (vídeos de Addiobelpassato)

El tercer movimiento Poco allegretto, que se abre en una fluida y amplia melodía de los violonchelos, es de clima sereno pero sombrío, en el cual las cuerdas semejan maderas, las trompas, al retomar el tema inicial, parecen maderas; junto con las propias maderas del viento, forman la leña que arde en el hogar; un excepcional caso en el que la energía no se transforma sino que se bifurca:


El cuarto movimiento Allegro, trufado de temas y de un heroísmo muy personal, animoso y contenido, anima a salir a pasear en trineo entre abetos blancos, en las escasas horas de sol helado, sabiendo que nos espera la lumbre, para en sus rescoldos caer en la meditación: en la siempre meditativa música de Brahms: