jueves, 29 de abril de 2010

Apoteosis de la Danza

fotografía: copying beethoven
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Así nominó Wagner a la Séptima Sinfonía op. 92 de Beethoven. Yo me atrevería a ir más allá de don Ricardo proponiendo el sobrenombre de “Apoteosis del Ritmo”. Es ésta la cualidad musical más sobresaliente, auténtico leitmotiv de tan sensacional sinfonía. Ritmo en todas sus variantes, ritmo continuo, ritmo obstinado, ritmo energético, ritmo desbocado, ritmo infinito, ritmo vital…
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La Séptima fue compuesta entre 1811 y 1812, siendo estrenada al año siguiente en Viena con el propio compositor en la dirección. Es un portento de escritura, un pálpito vital, un latido de fondo. Una obra sin desmayo ni descanso, ni para pies ni para manos, una música dinámica y tensional, desde el Poco sostenuto introductorio hasta el galopante Allegro con brio final. Sin duda, una Apoteosis.
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El segundo movimiento, un Allegretto que no lo es, es el más conocido; también el más hondo y perfecto. Viene a ser una lenta marcha, o danza, elegíaca con ritmo ostinato que va pasando por los distintos atriles. Comienza en las cuerdas bajas, para saltar a los segundos violines, mientras violas y violonchelos desgranan el lírico primer tema melódico henchido de nobleza. Un segundo tema, más contenido, íntimo y recogido, aparece en clarinetes y fagotes, manteniéndose el ritmo de inicio. La maestría beethoveniana lleva el tema hasta los confines del contrapunto, con un fugato en las cuatro voces de la cuerda, hasta retomar fortissimo el obstinado inicial. Tras el regreso del segundo tema, en maderas y metales, el movimiento se extingue suavemente, adormeciendo el ritmo, en el pizzicato de la cuerda hacia el acorde final.
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¡Demonios! ¡Qué bien hacía estas cosas don Luis!
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Pensaba dejar la ilustración musical de este Alegretto en la lectura de Giulini pero me encontré un video de Carlos Kleiber, y no he podido evitar la tentación… sabrán disculparme la reiteración pero vale la pena ver y escuchar de nuevo a este genial director, todo un espectáculo:
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Video de xedos 1
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Ayer tarde, mientras el Barça jugaba el partido del siglo de esta semana, nos visitó la legendaria Academy of Saint Martin in the Fields, tan sólo faltaba la coletilla “dirigidos por Neville Marriner”, pero no, esta vez con el noruego Terje Mikkelsen a la batuta. Vinieron para interpretar este movimiento y sus otros tres hermanos, y edificar así una Séptima de lectura elegante y contenida, apolínea; más cercana al clasicismo que al romanticismo, para entendernos. Con ese sonido cálido y hermoso que como una pátina indeleble, un barniz de antaño, mantienen las grandes orquestas, sea cual sea su estado de forma: una unidad amorosa para una cuerda de caricias…

viernes, 23 de abril de 2010

Acierta el Vaticano…

… y lo hace por un doble motivo ¡Aleluya!
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“En el mes en que los Beatles cumplen cuarenta años de su separación, el Vaticano se ha reconciliado con su música y ha decidido absolver de sus excesos a los cuatro chicos de Liverpool. El diario oficial de la Santa Sede, L'Osservatore Romano , publicaba el pasado fin de semana dos artículos en los que alababa la música creada por los Beatles y, por fin, hacía la vista gorda sobre la disipada vida de los artistas y el hecho de que consumieran drogas, causas estas que les valieron ser vetados por el Vaticano…
«Sus excesos son cosas del pasado, su música es algo del presente», comenta el periódico en uno de los artículos que aparecieron en primera plana.
«Es cierto, no han sido el mejor ejemplo para los jóvenes de su tiempo, pero tampoco el peor. Todavía escuchando sus canciones todo aquello parece lejano e insignificante», señala L'Osservatore Romano, que apunta que todos sus desmanes solo fueron pecados de juventud… Otro amago de reconciliación y perdón cristiano tuvo lugar hace solo un mes, cuando el diario de El Vaticano incluyó el elepé Revolver entre los diez mejores de la historia.”
-La Voz de Galicia- (13/04/2010)
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En primer lugar acierta al perdonar los pecados juveniles de los Beatles. Aunque con cuarenta años de retraso, una minucia si lo comparamos con otros casos: la absolución es una prerrogativa del sacerdocio. Ya se sabe que la juventud, y más si está inserta en la vorágine del éxito, es fuente de muchos excesos ¡quién esté libre de culpa que tire la primera piedra!
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Incluso si me apuran me alegro de que se les perdone aquello que, aunque escandaloso, no era más que la pura verdad: me refiero a la célebre frase de Lennon “somos más famosos que Jesucristo”. Basta observar un mapa de las religiones para darse cuenta de la realidad. Siempre tendemos a mirarnos el ombligo y a convertir nuestras manías en leyes universales. Mea culpa…
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En segundo lugar acierta por incluir su álbum Revolver (1966) en el top ten de la Santa Sede. Nada me place más que ver uno de mis discos preferidos de los Fab Four en la cima de la lista de las músicas divinas. Uno, en su modosidad, siempre se decantó por la exquisitez melódica del lado beatle frente a la aridez deslenguada de su contraimagen stone... Acierta pues de nuevo, y van dos, el Estado Pontificio demostrando un gusto exquisito, a la altura de su alto rango, convenientemente amplificado por sus medios.
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¡Quien puede ser inmune a la evolución musical del pop-rock, documentada en esta obra fundamental de tan amplia influencia!
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Eleanor Rigby , un must de densidad colgada de la cuerda de su doble cuarteto:

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For no one introduce la trompa de Alan Civil en la música pop, mientras oficia McCartney con una sencilla pero directa letra de ruptura:

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And your bird can sing, autopista eléctrica para la voz de Lennon…

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Here, there and everywhere, placidez en sus sutiles armonías vocales:

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Tomorrow never knows, un infernal y ostinato ritmo materializa la retorcida mente de Lennon con un novedoso sistema de grabación. Pura psicodelia:

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Felicidad, pues, por la doble decisión… Sobre otras noticias provenientes del Estado Vaticano, no quiero entrar desde el Castillo. Tan sólo dejar claro que todos delitos deben ser castigados por las leyes humanas, incluido el de encubrimiento…

sábado, 17 de abril de 2010

Cecilia Bartoli: Da Capo ambivalente

Dos vidas, dos Artes.
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Recurro al título del tercer concurso pequeño formato para enfatizar la dualidad emotiva y artística que me produjo el último concierto del Xacobeo Classics. La muy mediática Cecilia Bartoli estuvo en SdC presentando su última grabación, Sacrificium, dedicado a los castrati del XVIII, donde la maestría en el uso del Da Capo nos define la calidad de los compositores.
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Una cantante de primera fila cuya voz alcanza casi en plenitud hasta la decimoquinta del patio de butacas, dejando, eso sí, una sensación de dificultad en la emisión, pero con unas cualidades limpias, hermosas y generosas por arriba, y más desestructuradas y heterogéneas según baja la tesitura. No seré yo quién arroje luz sobre la definición vocal de la romana, pues ni los expertos se ponen de acuerdo: ¿mezzo? ¿soprano ancha? Categorías para entendernos, pero sin las que podemos sobrevivir.
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La Bartoli se disocia en función de la pieza a atacar, aún permaneciendo en el universo del tardobarroco; asciende hasta la sublimidad o permanece en la vulgaridad. Se disgrega en dos personalidades diferentes, cuando no opuestas o enfrentadas, dejando en el aire una sensación ambivalente.
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Su Gran Arte reside, en contra de su fama, en el canto spianato, en los affetti patéticos: las arias lentas y mórbidas, cuando su voz se torna redonda; el legato resulta embriagador; el fraseo, ensoñador; el fiato, infinito… Así su desolador “Parto, ti lascio o cara” de Nicolò Porpora (1686-1768) me produjo escalofríos de placer, al extraer toda la emoción de esa música maravillosa:
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La otra, la cantante de agilidad de técnica dudosa, la efectista dueña de trinos, saltos y demás ornamentaciones, la pirotécnica, me resulta más fría, rozando el aburrimiento y el empalago, también menos emotiva y por tanto menos musical. Tal vez más atractiva para el público que abarrotaba el Auditorio atraído por el marketing, pero claramente más artesana que artista.
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Estuvo acompañada por la excelente orquesta historicista de Zurich, La Scintilla, con su concertino Ada Pesch al frente, que nos dejaron entre otras una preciosa Obertura n.6 de FM Veracini (1690-1768). Un conjunto de hermoso sonido, muy cuidado y contenido; tal vez en las antípodas de los excelentes y excesivos Il Giardino Armonico, grupo que la acompañó en la grabación, y que tan bien concierta con la diva.
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Un vaivén agitado entre la sublimidad del lamento y la vulgaridad del exceso: tal cual los estertores mortales del Barroco.
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Dos caras, dos Emociones.
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En plena concordancia con la disociación, yo mismo fui trasladado al recital que casi un año antes nos ofreció Philippe Jaroussky con un repertorio similar. Escuchemos la increíble y lánguida aria de Geminiano Giacomelli (c1692-1740) “Sposa, non mi conoci” interpretada por ambos artistas; un bonito ejercicio comparativo.
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Bartoli
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Jaroussky

domingo, 11 de abril de 2010

Mademoiselle Jeunehomme

“… Sobre todo no seas servil! ¡Es algo que no puedo soportar…!” (Mozart 1777)

Enero de 1777, el joven WA Mozart cumple veintiún años coincidiendo con la visita a Salzburgo de una virtuosa pianista francesa conocida como Mlle. Jeunehomme. Una joven rodeada de un cierto misterio histórico, hasta que recientemente el musicólogo Michael Lorenz ha logrado identificar: Victoire Jenamy (Jenomé), nacida Noverre, cuyo apellido de casada fonéticamente armoniza con ese impersonal jeune homme tan cercano a Mozart, obligándonos hélas! a renombrar el K 271.
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En todo caso, excelente intérprete debió de ser la misteriosa joven porque con su arte interpretativo, y los nuevos aires musicales que portaba, supo extraer del genio de Salzburgo la primera obra maestra en su tan querido mundo del Concierto para piano. La más personal forma expresiva de Mozart, que le acompañó durante toda su vida. Una simbiosis de virtuosismo instrumental, alturas sinfónicas, rica paleta orquestal e intensa expresividad; cualidades innatas en WA que supo llevar hasta la más pura perfección formal.
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Fruto de este encuentro, no sabemos si como encargo, como regalo, como inspiración, o todas a la vez, nació el Concierto para piano y orquesta en mi bemol mayor n.9 K.271 “Jeunehomme” (Jenamy). Una obra que claramente supone uno o dos pasos adelante en la evolución de su producción, superando el ambiente galante, y la de todo el universo del concierto para teclado. Dotado de amplias y novedosas dinámicas, de una interrelación intensa entre piano y orquesta, y de una expresividad de aroma romántica, nos acaricia con el pianismo íntimo, elegante, ligero, contenido y calmo del mejor Mozart.
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El segundo movimiento, Andantino, es el sumo ejemplo de lo antedicho. Su mórbida melancolía preludia siglos de subjetividad, porque su modo menor llora tristemente de belleza... Vean la emotiva interpretación de Mitsuko Uchida con la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo dirigida por Jeffrey Tate (videos de TheGreatPerformers)
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O si lo prefieren cierren los ojos, y así en la oscuridad, vean cómo el jeune homme Mozart, compás a compás, se convierte en genio…

martes, 6 de abril de 2010

Elina Garanča: mon coeur s'ouvre à ta voix

Superado el recogido paréntesis de los recientes festivos, retornamos a Letonia. Durante la inmersión en el misticismo del letón Peteris Vasks, nos visitó en el Teatro Colón de A Coruña su compatriota la mezzosoprano Elina Garanča. ¿Casualidad?... bueno… “casualidad llaman los bobos al destino”
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La excelente, joven y ya laureada cantante báltica despertó gran expectación en su presentación gallega. Su variado recital, acompañada por el renombrado pianista Charles Spencer (nada que ver con el Lord) fue, tal como apuntaban las notas al programa de mano, un ejemplo de versatilidad en el canto al amor.
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¿Qué se puede añadir a todo lo dicho sobre Elina Garanča? Me apunto al entusiasmo de crítica y público hacia su ascendente carrera, destacando que en la elegancia de su belleza descuella una voz preciosa y musical. Una voz sobre la que si algo me gustaría enfatizar, es su homogeneidad: un timbre hermoso y reconocible, desde unos suficientes graves de mezzo (lírica) de verdad, bien asentados, hasta unos redondos agudos ornados de armónicos, pasando por un centro apabullante. El control sobre tan prodigioso instrumento aparece natural y preciso, con un juego de dinámicas realmente sorprendente. La interpretación resultó asimismo variable, en general contenida pero nunca fría o ausente.
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Ajustado y admirable el acompañamiento de Spencer: rico, delicado y algo sobrado.
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La velada se abrió con un decepcionante “Non so piu cosa son” del Cherubino mozartiano, rígido, monótono, como calentando la voz (una pena), para pasar de inmediato a una fantástica interpretación del aria de Sesto “Parto, parto ma tu ben mio”, dramática, intensa, profunda… Se adentró a continuación en el mundo belcantista con “La Regata” rossiniana, un par de canciones de Bellini, y una eficaz y celebrada aria de Elizabeth “A quando all’ara… Ah dal ciel” de Maria Stuarda de Donizetti; momentos de adecuación vocal absoluta. Abrieron la segunda parte unas muy resultonas Siete Canciones Populares de Falla; siguió con una exquisita lectura del aria de Dalila “Mon coeur s’ouvre a ta voix” muy íntima y sentida, dolorosamente excelsa, que también abrió mi corazón a su voz. Prosiguió con la Seguidilla y Habanera de Carmen, ricas de color aunque algo contenidas de expresión y densidad dramática; y terminó con una prodigiosa interpretación de Chapí: la romanza “Cuando está tan hondo” de El Barquillero, y la célebre Carceleras de Las hijas de Zebedeo, sin duda de lo mejor del recital. Agobio de bravos y aplausos para dos bises: un sublime de la preciosa “Marechiare” de Tosti y el habitual “Granada”.
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¡Apoteosis!... Lo hace tan bien, y le luce tanto…
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Lo mejor del recital, para quien suscribe, en vídeo:
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Mozart
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Saint-Saëns
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Chapí
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Tosti

viernes, 2 de abril de 2010

Encantos del Viernes Santo

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Las lágrimas son como el rocío
Tú lloras… y ¡mira!... el prado sonríe

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El milagroso renacer de la primavera invita al misticismo, a la meditación, a la búsqueda de respuestas a las ancestrales preguntas…
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Un anhelo del Hombre.
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En su Parsifal, Wagner compone una espléndida meditación sobre la naturaleza, sin interrumpir el desarrollo del drama, dotándola de toda la fuerza de la renovación y la redención. Más allá de una creencia concreta, superando incluso al propio vehículo religioso, y obteniendo el común denominador de necesidad y confianza.
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Son los Encantos del Viernes Santo, con su canónica melodía y su espiritual canto. Una música tan depurada que incita al puro éxtasis. Un interludio contemplativo que tan sólo rompen las campanas del Templo del Grial…
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Wie dünkt mich doch
die Aue heut so schön!
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René Kollo / Gottlob Frick
Wiener Philharmoniker - Georg Solti